LA LISTA DE LA COMPRA

 

Siento una magia especial al meter las manos en mis bolsillos porque siempre encuentro algo. Primero, noto el calorcito del cobijo y luego, palpo las cosas para adivinar lo que son.

 

Esta mañana, en una chaqueta de invierno, he encontrado un pequeño cartón alargado con una lista de la compra que un día escribió mi madre. Tuvo que ser hace unos años. Ahora, no he hecho la prueba de si recuerda escribir, pero de lo que sin duda no es capaz es de planificar lo que se necesita en una casa.

 

Me conmueve su manera caligráfica de esbozar las letras y me enternecen sus faltas de ortografía. Me lleva a la niña que fue. Y me la imagino en el pupitre.

 

– Yo tenía el pelo muy domable y mis hermanas me hacían tirabuzones para ir a la escuela – me lo ha contado muchas veces aunque ella ya no lo recuerde.

 

También sé que sus tirabuzones fueron la causa de que, a veces, llegara tarde a clase y “era la que mejor me sabía las preguntas del Catecismo” – es otra cosa que también me contaba.

 

“Escobón, aloe, geldeducha – así, todo junto – benecol” Es lo que ponía en la lista de la compra que he rescatado de mi bolsillo.

 

Yo creo que el alma se nos sale a través de las manos y cuando escribimos, sobre el papel se queda su huella. Por eso, la letra de mi madre guarda su esencia. Así lo debió de intuir su nieta que una vez le pidió que escribiera la palabra “ella” y luego se la tatuó para siempre en el brazo.

 

“Ella”. Un pronombre. Lo que va en lugar del nombre – nos enseñaban en la escuela– No está mal algo de misterio para proteger lo bello, que siempre es frágil.

 

En el otro bolsillo de mi chamarra he encontrado un par de cacahuetes. De eso hablaré otro día. Pues en las cosas, se quedan atrapados momentos y si tiras del hilo, desmadejas historias.

 

P. D. : Este texto lo he publicado en Instagram. He abierto una cuenta en la que, si te apetece, también puedes leerme. Me haría mucha ilusión que igualmente me siguieras por ahí. Me encontrarás en  @palabrasalavida_escritura