DEJAR QUE LAS COSAS NOS TOQUEN
Un cuento de la mujer chamana
Acababa de echarse la noche. La mujer chamana había colocado un farolillo en la higuera y llevaba un rato sobre su banco de meditación. Hasta las escaleras de madera del porche llegó sigilosamente una mujer madura procedente de otra aldea y allí permaneció sin romper el silencio.
A la recién llegada le acompañaba la desazón. Tenía la sensación de no tener las cosas claras, de seguir dando palos de ciego en su vida y no acababa de vislumbrar su camino. No cesaba de preguntarse qué podía hacer.
— Hemos idolatrado el pensamiento y la acción — dijo de pronto la mujer chamana — Vemos un problema e inmediatamente pensamos qué podemos hacer y nos ponemos en marcha. No dejamos que la realidad nos toque.
La visitante se sorprendió porque la chamana la acababa de retratar.
— Pero la realidad duele y nos hace padecer — cuestionó la mujer.
— Antes de actuar hay que contemplar, hay que mirar, hay que escuchar– explicó la sabia chamana– Tenemos un afán intervencionista que impide que la realidad se exprese. Antes que nada hay que dejar que las cosas nos toquen — insistió –. Esto es importante.
— ¿Por qué? — quiso saber la mujer–
— Porque el mundo no está en primera instancia para ser transformado, sino que en primera instancia está para ser recibido y luego, ya veremos si hay que intervenir o no.
— Pero eso no puede significar que todo está bien — respondió algo ofendida la mujer visitante–
La anciana sabia se llevó las palmas de las manos al pecho, guardó unos instantes de silencio y habló en un tono quedo con mucha dulzura:
— Lo que hay es lo que tiene que haber para caminar hacia lo que tendría que haber. Quiero decir que esta realidad es el punto de partida adecuado para caminar hacia lo que tendría que ser. Hablo de aceptación — continuó –. Acepta esto, pero no para quedarte en ello sino para caminar hacia la plenitud.
La expresión de la mujer visitante se había dulcificado. En las palabras de la chamana estaba hallando cuidados para su alma herida.
— Hay cosas que no se pueden resolver — prosiguió la chamana –, pero sí se pueden disolver. Puedes integrarlas de tal modo que ese veneno no te destruya, sino todo lo contrario, te construya. La flor nace de la tierra, que es oscura. Muchas veces lo positivo ha nacido de algo oscuro o difícil. Estamos en permanente gestación de nosotros mismos.
Aquella última frase le permitió a la mujer visitante sentir su fuerza creativa y recuperar por unos momentos una energía que creía haber extraviado.
Este cuento recoge partes de una charla del escritor y sacerdote Pablo d’Ors.
Vivimos en un mundo en que es primordial no sentir, no llorar, ser fuerte (que no sé realmente a que se refieren con esa fortaleza de chirigota) y ya… todo solucionado. Habrá que sentir, llorar, estar triste y dejar que un buen abrazo te consuele. Como sino vamos a curar nuestra alma herida?. Y el que no sufre ni llora, hasta que soluciona lo que sea… no sabe lo que se pierde.
Felicidades por este nuevo post, como siempre me encanta!!
Abrazo enorme querida Garbi.
Mi querida Isabel, contigo es un regalo sentir porque arropas con tu sensibilidad y tu ternura. Tus palabras y las fotografías que me mandas curan, alimentan y contagian belleza.
Me encanta cuando dices que quien no llora ni sufre no sabe lo que se pierde. Es cierto, todas las experiencias vividas aportan y nos permiten crecer.
Muchísimas gracias por estar siempre ahí. Un abrazo enorme.
Precioso escrito Garbi.
Gracias por compartirlo.
Un abrazo inmenso
Maria
¡¡María, mi querida María!!
Veo tu nombre y se me pone una sonrisa enorme, porque solo irradias cosas buenas y porque es sentir tu presencia y llenarme de gratitud hacia ti. Porque me acompañaste, me cuidaste, me diste tanto!!
Te llevo en el corazón y es un honor para mí tu fidelidad a Palabras a la Vida. Un millón de gracias.
Te deseo lo mejor y te envío otro abrazo inmenso.