En este camino que es la vida no podemos agradar siempre a todo el mundo, ni siquiera a nuestros seres más queridos. Nuestras decisiones, a veces, no son compartidas en nuestro entorno y en ocasiones lo que decidimos puede llegar a herir a quienes queremos.
Cuando esto ocurre, duele y desconcierta.
¿Por qué? Porque puede ocurrir que tú hayas actuado desde el corazón , en coherencia con lo que piensas y con lo que sientes. Has actuado desde la calma interior y siendo honesta contigo misma.
Sin embargo, alguien esperaba que tú actuaras de otra manera y surge el dolor, que se vuelve especialmente intenso cuando ese alguien es una persona a quien amas y ella a ti.
¿Te ha pasado alguna vez?
A mí me ha pasado no hace mucho y por eso quiero escribir sobre ello.
Lo único que funciona en estos casos es el perdón.
Sé que estarás pensando : ¿perdonar qué?
Perdonar todo, es la respuesta.
Cuesta, porque al principio juzgas y te repites una y otra vez que sólo has actuado como sentías.
Pero insisto, el perdón es lo único que sana. Si quieres volver a tu centro y sentirte en armonía has de perdonar. Da igual lo demás.
Perdonarte, primero, a ti misma, porque quieras o no, cuando ofendes a alguien, aunque no lo pretendieras para nada, también te sientes culpable del malestar de esa persona. Aunque hayas actuado honestamente y en sintonía con tu corazón, si hieres a alguien querido, te disgustas muchísimo y sientes culpa. Por eso, perdónate a ti misma, en primer lugar.
Sólo si eres capaz de perdonarte puedes perdonar a los demás. Es todo un lote.
En segundo lugar, perdona a esa persona por haberse enfadado contigo. No la juzgues. Ya sé que cuesta muchísimo porque al principio te recordarás una y otra vez que tú no has hecho nada, que sólo has sido tú misma. Y que eso no es para que esa persona se enfade contigo.
Aquí quiero que sepas algo que a mí me sirve y es que la mayoría de las personas , en este mundo, hacemos lo que podemos. Cada uno está en un lugar del camino y desde ahí hace lo que buenamente puede. Así que no critiques, no hagas de verdugo con esa persona. Está en su camino y llegará donde tenga que llegar.
¿Verdad que si lo enfocas así el perdón es más fácil?
Conozco además un método que un día alguien me enseñó.
Cuando tengas malestar con alguien, pregúntate: ¿Quiero perdonarle?
La primera vez que te hagas esta pregunta casi seguro que responderás que «no». Yo, al menos, es lo que hago.
Pero no desistas. Vuélvetelo a preguntar. Las veces que haga falta. Buscamos el momento en que digas «sí, quiero perdonar», de verdad, desde el corazón.
Puedes hacerte la pregunta ahora y si tu respuesta es negativa, repetírtela dentro de unas horas o al día siguiente. Ya lo irás viendo tú.
Cuando llega ese momento en que te preguntas «¿quiero perdonar?» y respondes «sí», se inicia otra tanda de preguntas, con la misma dinámica que la anterior.
Ahora la pregunta es: «Quiero perdonar. ¿Cuándo?»
Tu primera respuesta puede ser: «no tengo ni idea cuándo» o, puedes contestar, «algún día».
Se trata de que respondas lo que sientas de verdad, sin presionarte, sin juzgarte, con calma, teniendo contigo toda la paciencia del mundo porque te la mereces.
Tus preguntas han de ir acotando cada vez más tus respuestas hasta que llegue el momento en que digas «ahora». «Sí quiero perdonar y perdono ahora y esta relación queda sanada».
Por ejemplo:
Primera vez de la pregunta: «Quiero perdonar. ¿Cuándo?»
Primera respuesta: No tengo ni idea.
Segunda vez de la pregunta — al de unos minutos, unas horas o…cuando sea — : «Quiero perdonar. ¿Cuándo?»
Segunda respuesta: Algún día.
Tercera vez de la pregunta: «Quiero perdonar. ¿Cuándo?»
Tercera respuesta: Pronto.
Cuarta vez de la pregunta: «Quiero perdonar. ¿Cuándo es pronto?»
Cuarta respuesta: Antes de acostarme.
Quinta vez de la pregunta: «Quiero perdonar y me voy a acostar. ¿Perdono ahora?»
Quinta respuesta: Sí, quiero perdonar, perdono ahora y esta relación queda sanada.
¿Comprendes la dinámica de este sistema para hacer más fácil el perdón? Es una herramienta sensacional. Si la pruebas, ya me dirás.
Cuando perdonas, se te quita ese nudo de la boca del estómago. Toda esa energía que hacía tapón y que estaba atascada, vuelve a fluir. Recuperas la vitalidad, las ganas, la pasión. Sientes tu poder personal y, sobre todo, experimentas serenidad y paz interior. La felicidad sólo es posible desde la armonía y cuando se rompe lo único que la restablece es el perdón.
El mantra para esta semana: «Me perdono y perdono todo».
El perdón dignifica y te ensancha. Una vez que perdonas has de decidir cuál será tu próximo paso.
Cuando nos hemos herido sin intención, sólo queda volver a la confianza absoluta. Cuando, sin embargo, alguien te ha herido intencionadamente deberás sopesar lo ocurrido y decidir si retiras o no la confianza a esa persona y que cada uno siga su camino.
Para ayudar a tener claridad mental hay distintas propuestas. La mía es una invitación a que te pases por la Escuela de escritura personal de Palabras a la Vida. Si lo haces, podrás practicar Mantramail de regalo.
Mira lo que dice una de las alumnas que ya ha llegado al final:
Muchas gracias por esta herramienta del Mantramail, tan útil, sencilla y divertida.
Judith, alumna de la Escuela de escritura personal y del Mantramail.
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