¡Hola, hombres y mujeres valientes¡ ¿Qué tal os va con esa decisión de volver la felicidad una prioridad en vuestras vidas? Como toda decisión, hay que nutrirla para empujarla. Necesita buenos alimentos.
Funciona muy bien cerrar los ojos, dejarse caer hacia dentro y traer a ese lugar, donde está el centro de nuestro ser, experiencias, sentimientos, sensaciones, lugares…..donde os sintáis quienes de verdad sóis. Cuando te sientes auténtico, verdadero, sincero, te das cuenta de que entonces te vuelves absolutamente libre. Libre para elegir ser feliz.
Cuando recordamos a alguien le solemos situar en un lugar concreto
Mi sobrina me dice que cuando lee lo que escribo se imagina que se lo estoy contando a ella en un rincón muy concreto de la casa de mi madre: en la cocina, junto al balcón.
Ya os he dicho otras veces que mi sobrina tiene una sabiduría especial. Por eso no me ha sorprendido que ese lugar que ella elige, sea el que yo también elijo cuando quiero recordarnos juntas a las dos. A ese territorio traigo tardes dedicadas a jugar, a dibujar, imaginar, contar, pintar…Momentos que me anclan a la niña que llevo dentro y que, mi sobrina, cuando fue niña, me permitía sacar a pasear. Sentir el poso de este lugar, dentro de mí, alimenta una manera de mirar tierna que me hace sentir felicidad.
El otro día me levanté enfadada. Como cualquier emoción, el enfado, hay que sentirlo. Las emociones se experimentan. No se juzgan. Con el enfado me fuí al monte. A Javi, que es mi pareja, y a mí, nos encanta hacer monte. Ladera arriba, bajo el cielo azul, sobre la senda pedregosa, junto al bosque ocre y amarillo, el enfado sí me dejaba honrar la belleza, pero él no se alejaba.
Hasta que bajo el hayedo encontramos una alberca. Cada vez que en la naturaleza descubro agua no puedo evitar descalzarme y meter los pies. Sea verano o invierno. Sumergir los pies en un agua límpida, heladora, es una purificación en toda regla. Una magnífica catarsis. ¿Que qué ocurrió?
Que experimenté la memoria del agua.
Un minicuento sobre lo que supone recordar
Al escuchar aquellas palabras a la abuela Margarita, los niños pensaron que había perdido el juicio:
– Pero abuela -le dijeron- si el agua no tiene cabeza, ¿cómo va a tener memoria?
– Recordar -les explicó la abuela Margarita- viene del latín, de una palabra que está formada por re- que significa «de nuevo», «otra vez» y cordis que significa corazón. Recordar es volver a pasar por el corazón. El agua del bosque tiene memoria porque si sumerges tus pies en ella, la vida y el amor vuelven a pasar por tu corazón.
Aquí van las fotos de nuestros pies, los de Javi y los míos, sintiendo «la memoria del agua».
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