Corazón roto
¿Qué haces cuando sientes que el corazón se te rompe y crees que no tienes fuerza para recomponerlo?
Me refiero a esas situaciones en las que te dejas la piel , pero, de pronto, ocurre algo y el resultado que obtienes no es para nada el que tenías previsto. Y, entonces, te quedas como vacía, con la sensación de que ya no volverás a tener la fortaleza necesaria para intentarlo de nuevo.
¿Te ha pasado alguna vez?
Cuando a mí me ocurre, paso por distintas fases en las que quizá tú también te reconozcas.
En un primer momento, el dolor me hace buscar la intimidad y llorar. En esta fase se siente una tristeza enorme y llorar es una manera estupenda de que fluya. Las lágrimas sacan afuera lo que tanto duele y así no se queda enquistado dentro.
Después de la llorera, puede llegar una fase de enfado. Te sientes enfadada con la vida por lo que te ha traído. Estás muy cabreada y no nos damos cuenta de que este enfado con la vida es en realidad un enfado con nosotras mismas. Enfadarnos con la vida implica enfadarnos con la vida que hay en nosotras y eso desemboca, como te decía, en un cabreo con nosotras mismas.
¿Cuándo afloja ese cabreo? Cuando aceptas.
Aceptar no es renunciar. Aceptar es ser lúcida, es darse cuenta de cómo es la vida. ¿De qué me tengo que dar cuenta? — te estarás preguntando —
Lo primero y más importante es saber que toda experiencia de dolor trae la oportunidad de un aprendizaje. Y hasta que no lo integramos, hasta que no aprendemos lo que nos hace falta, la vida nos traerá una y otra vez esa situación en versiones semejantes.
¿Qué tengo que aprender? ¿de qué me tengo que dar cuenta? Esta es una pregunta básica cuando algo o alguien nos ha roto el corazón.
Cuando nos hacemos esta pregunta, el cabreo y la tristeza de las fases anteriores aflojan. Podemos ya respirar de una manera más profunda, no tan entrecortada o superficial. Comenzamos a tomar las riendas de la situación. Empezamos a ser nosotras mismas.
Es el momento también de fijarnos en eso que alguien ha dicho o ha hecho y nos ha dejado tan tocadas. Cuando lo hagas, ten presente algo que me ha enseñado mi maestra María Tolmo.
Ella me pregunta: «¿los burros qué hacen?». Y yo, ¡claro!, le respondo: «rebuznar».
Pues eso, cuando alguien ha hecho algo o ha dicho algo que te ha ocasionado tanto dolor piensa en que «los burros/as solo pueden hacer lo que saben, rebuznar»; no permitas que un rebuzno te llegue tan adentro ni le des tantas vueltas; han rebuznado porque es lo único que pueden y saben hacer.
¿Verdad que visto así resulta distinto?
A veces esos «rebuznos» son como dardos encaminados hacia el preciso centro de la diana. No permitas que ese dardo se te clave o, si no lo puedes evitar y se te clava, que sea el menor rato posible.
Si quieres que un «dardo» no se te clave, sólo tienes que dejar que te traspase, que te atraviese, sin que se quede enganchado a ti.
Para esto hay una receta muy visual y muy potente. Has de ensancharte molecularmente. Debes imaginar que las moléculas que te conforman se alejan mucho unas de otras. Una molécula está aquí y la siguiente a varios kilómetros. Con este gran espacio entre molécula y molécula, te vuelves como una colador gigante, con grandes agujeros, con enormes vacíos o huecos.
Imagina tu cuerpo con esta tremenda separación a nivel molecular. En una estructura así es imposible que se clave ningún dardo, pasará a través de ti, te atravesará y se perderá en la inmensidad del universo.
Visualízate de esta manera y eso que te causa tanto dolor no se quedará atrapado en ti, pasará de largo y la herida será mucho menos profunda y comenzará a sanar mucho antes.
Prueba estas técnicas para recomponer con éxito cualquier corazón roto y cuéntame cómo te van. Ya verás cómo te sorprendes de su poder.
¿Quieres inspiración para sentirte mucho mejor en sólo unos instantes? Prueba con los mensajes transformadores de mis Barajas de la Felicidad.
Cecilia, que ya las tiene, me envió esta hermosa fotografía cuando las recibió. Haz clic en la imagen y tendrás más información.
Así es … ya las tengo y cada mañana leo mensajes que me llegan y me llenan de alegría y otras veces de paz !
Siempre dejando algo bueno para empezar el día !!
Gracias mi querida Garbi …hoy me salió esta baraja …muy de acuerdo a tu excelente entrada de esta semana
«Cuando te den ganas de agarrar a alguien del cuello, dale las gracias.
Te está permitiendo ELEGIR entre el amor y las emociones del miedo.»
Besos y apapachos con mucho cariño hasta dónde estás!!
¡¡ Oh, Cecilia !! Me encanta la carta que ha salido 🙂 Muy apropiada, como bien dices. Es muy divertido «jugar» en grupo a las Barajas de la Felicidad, a cualquiera de ellas. Cada persona del grupo saca una carta y la lee en voz alta. Sorprende casi siempre el resultado. Si os conocéis las personas del grupo, dará la sensación de que esa carta, lo que dice, le estaba esperando a la persona que la ha tomado. Como si la carta eligiera a la persona y no al revés. En este caso parece que estaba esperando al post — ja,ja — Es muy hermoso y misterioso, como la vida. Muchas gracias por tus palabras, por compartirlas con nosotras y por tu fidelidad a Palabras a la Vida.
¡¡ Besos y apapachos también para ti !!
Querida Garbi, tengo que felicitarte por las maravillosas recetas que das para recomponer mi corazón cuando está roto,has descrito especialmente bien a las personas que se encargan de romperlo… REBUZNO, esa es la palabra exacta. FELICIDADES!!!!. precisamente este mes de agosto se han encargado de romperlo, y he estado varios dias recogiendo pedazos para pegarlos… has hecho que me sienta fuerte, muy fuerte, después de leer tus palabras. Aunque mi corazón no se haya pegado todavía.
Siempre GRACIAS.
Un abrazo.
Mi querida Isabel, los trocitos de un corazón roto se acaban pegando. Tienes razón en que lleva su tiempo pero ese «pegamento» que dices de la fortaleza que ha despertado en ti, es infalible: lo pega, todo, todo, todo. No sé si has oído hablar del «kintsugi», el arte japonés de decorar las roturas con oro. ¡¡ Mira, me acabas de dar una idea para un próximo post !!
Como te decía, «kintsugi» significa en japonés «cicatriz dorada». Cuando se rompe un objeto de cerámica, como un bol, por ejemplo, vuelven a juntar los pedazos rotos rellenando las grietas con polvo de oro. El resultado es una obra de arte, una nueva pieza, hermosa. Porque las cicatrices forman parte de nuestra historia y de nuestra belleza. Este enfoque tan espiritual de los japoneses es sublime. Para ellos, una cicatriz simboliza una experiencia que otorga sabiduría y valor a un «objeto», haciéndolo único. Con los corazones pasa exactamente igual 🙂
Siempre GRACIAS a ti. ¡¡ Besos !!