Sí hay una cosa que funciona ante el miedo y es tan sencilla que no solemos caer en la cuenta, como me pasó a mí, hasta que me lo explicaron. Incluyo también un truco ≧^◡^≦
Yo tengo miedo, tú tienes miedo y él, y nosotros, y vosotros, y ellos. Es un verbo que se conjuga en todas las personas, porque todos tenemos miedo.
- ¿Y los que «triunfan» ? — te estarás preguntando — . Pues, también; la única diferencia es que ellos deciden actuar, dar el siguiente paso, a pesar del miedo.
(Si sueles leer mis entradas, sabrás que cuando escribo «triunfar», me refiero a llevar la vida que una o uno quiere de verdad; eso, para mí, es el éxito)
Tener miedo es natural, es algo inherente a los seres humanos. Ésta ha de ser la primera conclusión.
- Es sólo una emoción más. Lo mismo que a veces estamos tristes; otras, alegres y en ocasiones, sentimos ira — por poner algunos ejemplos –, habrá otros momentos en los que tendremos miedo. Asúmelo con naturalidad.
Una persona, a la que quiero muchísimo, me ha preguntado qué suelo hacer con el miedo; por eso escribo esta entrada. Para contaros cosas que otras personas me han enseñado y que me funcionan ≧^◡^≦
- Cuando normalizamos el miedo, cuando estamos siendo conscientes de que experimentarlo es lo normal, entonces, curiosamente, empieza a perder poder. ¿Por qué? Porque ya no lo magnificamos, ya no dramatizamos y esto significa que deja de controlarnos. Lo sentimos, pero ya no es él el que manda sobre nosotros. Las riendas vuelven a nuestras manos.
¿Qué pasa cuando actuámos al contrario: cuando nos dejamos llevar por el miedo y nos domina? Suele pasar alguna de estas tres cosas:
- Una es huir. Con esta respuesta nos sentiremos pequeños, incapaces, bloqueados.
- Otra reacción clásica es autoengañarnos. Ocurre cuando decimos : «no, no es que tenga miedo, es que….» y ahí cada uno ponemos nuestras excusas…
- Y el tercer comportamiento que no nos hace bien es luchar. Es cuando nos obligamos a superar un miedo.
Ninguno de estos comportamientos resulta. Sólo sirven para alimentar el miedo y volverlo cada vez más grande. Entonces, ¿cuál es ese «disolvente» que diluye el miedo? La única manera es aceptarlo.
- Aceptar el miedo es sentirlo. Siéntelo y, luego, localízalo en tu cuerpo. Date cuenta de en qué parte de tu cuerpo se atrinchera: en la boca del estómago, en la garganta, en la nuca, en las piernas, en la voz…
Es muy importante conocerlo a fondo. Todas esas manifestaciones te darán pistas para actuar cuando intente volverte a tomar de rehén. Presta también atención a cómo te hace comportarte; con cuál de esos tres papeles que hemos comentado antes — huída, autoengaño o lucha –.
- Si aprendemos a identificarlo y además lo sentimos sabiendo que antes o después pasará, el miedo empieza a perder fuerza . Ya no te dominará.
Si te gustan las visualizaciones, tal vez te ayude este ejercicio que suelo practicar:
- Visualízate de pie e imagina que tu cuerpo se divide en dos mitades simétricas: desde la cabeza hasta los pies. Cada una de esas dos mitades comienza a alejarse la una de la otra, hacia extremos opuestos.
- Cada vez que se alejan, en el interior de tu cuerpo hay más y más espacio. Los músculos, los huesos, los órganos… se relajan y se ensanchan; disponen cada vez de más y más sitio.
- Cuando esas dos mitades están muy distanciadas la una de la otra, imagina en el centro una mancha de un color más o menos oscuro: gris, pardo o como quieras. Esa mancha son tus miedos que ahora se ven perfectamente.
- Visualiza una gran puerta ante ti. Ábrela y di a tus miedos que se vayan. Imagina con detalle cómo atraviesan la puerta, se van y la cierras.
- Observa ahora con precisión cómo te sientes sin ellos: transparente, ligera/o, entusiasta…Degusta intensamente esta sensación aunque sólo dure unos segundos.
Los miedos son persistentes y volverán varias veces. Cada vez que vuelvan repite esta operación de abrirles la puerta, ver cómo se van, cerrársela y disfrutar de la sensación de quedarte sin ellos. Repítelo las veces que haga falta.
Te aseguro, por mi experiencia, que llega un momento en que el control vuelve a estar en tus manos y lo ves todo de otra manera. A los miedos no les gusta llamar a la puerta de una casa donde no acabarán quedándose. ¡Pruébalo!