Hagas lo que hagas, estará junto a ti; te permite mostrarte tal y como te sientes; con ellos compartes sangre , historia y secretos. Hablamos de los hermanos.
Hace unos días, una mujer se puso en contacto conmigo. Quería un escrito para su hermano: para decirle todo lo que le quiere y darle las gracias por su apoyo incondicional. Nunca se lo había expresado con palabras y , ahora, quería hacerlo. ¡Me emocionó!
¿Has pensado, alguna vez, en el vínculo tan especial que nos une a nuestros hermanos? Lo ignoremos o seamos conscientes de ello, es un lazo muy particular que nos une a lo largo de nuestras vidas.
Casi siempre se habla de otro tipo de relaciones: con la pareja, con los hijos…pero, la relación con los hermanos probablemente será la más duradera en nuestra existencia: desde la niñez hasta la ancianidad tendremos la suerte de tener a nuestro lado a nuestros hermanos.
Yo tengo dos hermanos y son de lo más importante que ha ocurrido en mi vida. Mi hermana siempre ha estado a mi lado: no recuerdo mi vida sin ella. Tanto es así, que es parte indivisible de la mía. Su suerte es la mía y la mía, la suya.
Luego, vino mi hermano el pequeño; me regaló la posibilidad de ser consciente de la inmensa alegría que es la llegada de un hermanito a la familia. Muchos años después, su presencia sigue refrescándome este halo de alegría e ilusión que un día trajo a nuestra vida. Es su estela.
Los hermanos dan color a nuestras vidas. En mi caso, siento admiración por ellos y me encanta su mera presencia, estar junto a ellos, sin tener que decir nada. En algunos vínculos, como éste, sobran las palabras.
Creo que en la comunicación con una hermana o con un hermano, hay algo intuitivo, como un sexto sentido, una especie de comunicación a otro nivel, muy hermoso y profundo.
¿Te has dado cuenta de todo lo que compartimos con una hermana o con un hermano? La sangre, las historias, las creencias, los sueños, los secretos — a veces sombríos y, a veces, luminosos –, las aventuras que nos traerá el futuro…
Y, sobre todo, lo que compartimos es un origen común, un aroma de hogar, con los ecos de las voces de nuestra madre y nuestro padre, que, a su vez, resuenan con los ecos de sus padres.
Un lazo muy especial, como os decía, que hace que un hermano o una hermana sean, además, nuestro espejo: la imagen de lo que somos y de lo que podemos atrevernos a ser.
Hagas lo que hagas, un hermano o una hermana siempre estarán junto a ti. Con ellos puedes mostrarte con total libertad: enfadada, alegre, triste, entusiasta, pesada…Como te sientas en cada momento: no necesitas poner buena cara.
Los hermanos comprenden, aceptan, respaldan, se ponen de tu parte — aunque sepan que has metido la pata y les gustaría darte un puntapié — y es que cuando una hermana o un hermano sienten tu dolor o tu pena, sus corazones no pueden evitar palpitar ternura.
¿Sabéis cuál es uno de mis sueños? Llegar a ser anciana y pasear con mis hermanos, compartiendo recuerdos de nuestras vidas y de nuestras relaciones con los hijos de los otros. Recuperar ese territorio luminoso de la infancia para contagiarnos y contagiar a quienes, en ese momento, sean jóvenes y sigan , así, haciendo girar la rueda.
Me encantará que me hables de tus vivencias como hermana o como hermano. Los comentarios que me dejes los recogeré en la entrada de la semana que viene.
Dejadme que añada una cosa más: la sensación de seguridad que da tener al lado un hermano o una hermana. Cuando salgo al mundo con ellos me siento totalmente a salvo. Una vez leí que quien tiene hermanos es imposible que se sienta verdaderamente solo, da lo mismo el lugar del planeta en que esté.