Unas reflexiones y un cuento para saborear el silencio. Tiene su propia comunicación: más elevada, más profunda. Es el lenguaje del amor.
¿Cómo va el camino? Ya sabéis que la vida está ahí, en el sendero.
No sé si os habéis dado cuenta de que cuando cerramos los ojos todo se vuelve mucho más intenso y cercano. ¡Ciérralos ahora! Escucha: la calle, el ordenador, los vecinos, tu corazón….Es como si desaparecieran las distancias. En el silencio y con los ojos cerrados, llega la fusión.
He estado con una persona enferma, muy cercana, en el hospital. Tan malita, que no puede hablar y apenas abre los ojos. Me ha mostrado la fuerza del silencio. Cuando se ama, basta la mera presencia para comunicar. No falta nada; es otra forma, más profunda. Un lenguaje puro.
Guarda silencio y deja que comunique ese silencio
– Llega un momento en el que solo ayuda el silencio, dijo la abuela Margarita.
Camino del invierno, el roble de la aldea, junto al que se sienta la anciana, cada vez conserva menos hojas. La copa más desnuda resalta la robustez del tronco y las ramas.
– No sabemos comunicarnos simplemente estando, con nuestra presencia –continuó la abuela-. Pensamos que tenemos que decir algo, porque si no, ¿qué va a pensar el otro?
– A mí -dijo un hombre de mirada vivaz- el silencio me resulta agobiante.
– Eso ocurre con un desconocido, porque no estás acostumbrado a él. Desconoces su música del silencio. Cuando te sientes próximo a una persona -continuó la abuela Margarita-, cuando existe alguna clase de amor, la comunicación no tiene que ser continuamente verbal. Cada vez necesitarás más silencio.
– Pero entonces -intervino una mujer- es como si faltara algo.
– No es que falte nada -dijo con una sonrisa la abuela Margarita-, sino que se te está añadiendo algo nuevo. Estás creciendo y la ropa se te queda pequeña. La comunicación verbal ya no es suficiente.
– A mí me encantan los gestos, las miradas, las caricias -añadió una frágil y hermosa anciana de la aldea-. El silencio, de esta manera, tiene algo de sagrado.
La abuela Margarita dejó su asiento junto al roble y abrazó largamente a esta otra anciana. Luego regresó bajo el árbol:
– Hay que volver a ser silenciosos -dijo- Las presencias se unen y se funden y ocurre algo que sólo tú comprendes. Sólo tú, a quien te ha ocurrido. Nadie más se dará cuenta. Ésa es la profundidad y la pureza del silencio.
Pescador dice
Palabras a la Vida, paso navegando por tu puerto, quizas no en silencio, ya que mi mar es ruidoso y mis palabras sonoras. Agradecer tus pasos por mi blog y disculparme por no responder inmediatamente a tu premio y comentarios, ya que estaba navegando en mis proyectos de exposición….Si creo en el silencio, de una mirada, de un abrazo, como tambien lo expresa la abuela Margarita.
Recibe un silencioso y fraternal abrazo.
Palabras a la Vida dice
¡¡Qué ilusión, Pescador de Puerto Viejo!! Te recibo como regalo de la mar. Ya sabes que las aguas en calma no tendrían sentido sin las tempestades, y, al revés. Lo mismo les ocurre al ruido y al silencio. Pero si tengo que elegir, preferiré el silencio. ¡¡Dice tantas cosas!!
Espero y deseo que tu travesía vaya viento en popa a toda vela.
Muchísimas gracias por tus palabras tan amables y por tu hermoso abrazo «fraternal y silencioso». Lo he recibido con una gran sonrisa.
Un día volveremos a encontrarnos como navegantes de esta misma mar!!!