En una carta se dicen cosas que no serían iguales si se dijeran de otra manera. La magia de la carta no es posible en los mensajes digitales. Ha de ser una experiencia «de papel».
¿Te acuerdas de lo que era abrir el buzón por si ella o él te había vuelto a escribir? ¡Cómo latía el corazón: al rasgar el sobre, al buscar intimidad en algún lugar para empezar a leer, al releer una y otra vez un párrafo en el que te sentías protagonista estelar…! Sé que algunas personas que han recibido una de las cartas personalizadas que ofrece Palabras a la Vida han querido dormir con ella bajo la almohada. ¡Todo esto lo hace posible el papel!
Hay sentimientos y emociones que tienen mucho más valor si los vemos por escrito en un papel , dentro de un sobre y sólo para ti: su destinatario. En el papel arranca el poder de una carta personalizada. Pero hay más cosas que la hacen especial y que explican que una carta represente muchas emociones que, a veces, no podemos transmitir igual de otra forma.
Una carta respira dedicación. Hay que parar y ordenar pensamientos y sentimientos, y elegir la mejor manera de expresárselos a la persona a la que se los queremos hacer llegar. No tiene nada de frivolidad. No es esa comunicación exprés que solemos practicar en este mundo digital — tan práctica para otras cosas — .
En tuits, wasaps, e-mails y demás mensajes digitales lo solemos decir todo deprisa y corriendo, con fórmulas abreviadas, a secas, sin arte ni gracia. Una carta es todo lo contrario: es calma, es profundidad, es «estoy aquí porque me importas», es una oportunidad para sentir, expresarlo y entregárselo «envuelto en papel» a quien elijamos.
Las cartas en papel son para siempre y se pueden guardar en un lugar preferido, y también acercarlas al corazón, y, mientras las abrazamos con cuidado, cerrar los ojos y sonreir. También habrá cartas que un día las romperemos, para soltar, para dejar ir, porque la vida siempre está hacia adelante, nunca para atrás. Otras veces habrá cartas escritas y jamás envíadas y nos alegraremos por ello. Y también habrá cartas de la infancia, de cuando en la escuela nos invitaban a mantener correspondencia con niños de otros lugares.
Tantas cartas como momentos en nuestra vida, porque es una manera de comunicar, que se pega a la piel de tan íntima y natural, aunque muchas veces se nos olvide. Ya no recibimos cartas y los buzones están hartos. Ellos nacieron para ver nuestra cara de ilusión cuando alguien nos sorprende por escrito. ¡Y te puedes imaginar su frustración! A Lucía no la conozco, pero en el «Mar de Twitter» me he encontrado su mensaje en una botella: «Devuélvanme la emoción de recibir una carta». Como ella, seguro que hay otras personas en tu vida. Regálales esta experiencia.
Palabras a la Vida te lo pone muy fácil. Si no encuentras un rato para ponerte a escribir, si no se te da demasiado bien, si te cuesta decir algo nuevo o simplemente prefieres que lo haga alguien con oficio: aquí estoy yo.
Tú sabes lo que quieres expresar, tú tienes la voz, la piel y el alma de tus sentimientos. Yo te ayudo poniéndoles palabras.
¿Empezamos?
Mientras vas pensándotelo, permíteme dejarte algo de inspiración. A partir de ahora, colgaré, de vez en cuando, fragmentos de «grandes» cartas firmadas por almas brillantes. Será el EPISTOLARIO DE LUJO de Palabras a la Vida. Éste es un fragmento de una carta que Albert Einstein dirigió a su hija Lieserl. Se titula «El amor». Es espectacular.
(…)Cuando los científicos buscaban una teoría unificada del universo olvidaron la más invisible y poderosa de las fuerzas.
El Amor es Luz, dado que ilumina a quien lo da y lo recibe. El Amor es gravedad, porque hace que unas personas se sientan atraídas por otras. El Amor es potencia, porque multiplica lo mejor que tenemos, y permite que la humanidad no se extinga en su ciego egoísmo. El amor revela y desvela. Por amor se vive y se muere. El Amor es Dios, y Dios es Amor.
Esta fuerza lo explica todo y da sentido en mayúsculas a la vida. Ésta es la variable que hemos obviado durante demasiado tiempo, tal vez porque el amor nos da miedo, ya que es la única energía del universo que el ser humano no ha aprendido a manejar a su antojo (…)
Quizás aún no estemos preparados para fabricar una bomba de amor, un artefacto lo bastante potente para destruir todo el odio, el egoísmo y la avaricia que asolan el planeta. Sin embargo, cada individuo lleva en su interior un pequeño pero poderoso generador de amor cuya energía espera ser liberada.
Cuando aprendamos a dar y recibir esta energía universal, querida Lieserl, comprobaremos que el amor todo lo vence, todo lo trasciende y todo lo puede, porque el amor es la quinta esencia de la vida.
Lamento profundamente no haberte sabido expresar lo que alberga mi corazón, que ha latido silenciosamente por ti toda mi vida. Tal vez sea demasiado tarde para pedir perdón, pero como el tiempo es relativo, necesito decirte que te quiero y que gracias a ti he llegado a la última respuesta!”.
Tu padre: Albert Einstein.
neka dice
Me ha encantado tu escrito.Ya no se escriben cartas,que pena,aunque yo si lo hago con alguna amiga que esta lejos,me solidarizo con esos buzones que ya no se comen nada!.No hay nada como una carta,en ella cuentas todo segun llega a tu mente-corazon y siempre escribes pensando que vas a recibir una contestacion.Que bonito!.Aunque tambien,he de decir,que he escrito cartas que nunca envie,pero que a mi si me llegaron y me alegraron o entristecieron o me cargaron las pilas o acabaron fundiendomelas,pero me gusto.Asi que si te apetece ,un dia de estos recibiras una carta mia.Espero respuesta.Gracias por estar ahi.Mua.
Palabras a la Vida dice
¡¡Neka, muchas gracias!! ¡¡Estaré pendiente del buzón a la espera de tu carta!!
Y por supuestísimo, la responderé 😀 Será un placer para mí. Me encanta que te solidarices con los «pobres» buzones y me parece que describes muy bonito ese camino «corazón-mente» que desemboca en una carta. Las gracias, Neka, te las tengo que dar yo a tí por estar siempre ahí. ¡¡¡Un millón!!! Besos.