La pregunta me la hizo José Ángel, el osteópata al que acudo desde hace más de diez años.
Cada vez que le visito me manda ponerme ante él y desde detrás de mí, observa mi cuerpo, sobre todo, la espalda.
José Ángel conoce el idioma del cuerpo. Y en el silencio de esos momentos de observación, le da la palabra y le escucha.
Así que mi osteópata tomó nota de lo que le contó mi cuerpo y luego me hizo esa pregunta: «¿qué haces con el miedo?»
Al principio no supe qué contestarle. Entonces él me dijo. «Yo soy el miedo» y comenzó a dar vueltas alrededor de la camilla de masaje donde yo estaba tumbada.
Él se movía alrededor mío y yo le seguía con mi vista.
Entonces, él me dijo:
— Eso es lo que no tienes que hacer con el miedo. Si le miras a los ojos, te identificas con él. Dejas de ser tú y te vuelves miedo. Y el miedo es una cosa y tú eres otra. Si estás pendiente de tus miedos, te convierten en su cautiva.
Luego me explicó que lo adecuado es dejar al miedo a su aire. Que haga lo que le parezca mientras nosotros hacemos lo nuestro. Si quiere estar que esté, pero tú, yo, seguimos a lo nuestro, a lo que toque.
Primer consejo: No te identifiques con tu miedo. No sois lo mismo. Para nada.
Una vez que mi osteópata dejó de girar a mi alrededor, me dijo: «Respira tres veces».
Y una vez que terminé de respirar me preguntó: «¿Has tenido miedo?»
Mi respuesta fue clara y contundente: «No». No me había acordado para nada del miedo.
La respiración nos ancla al aquí y al ahora. Y en el presente, el miedo se disuelve. Sobre todo, esos miedos irreales, que sólo existen en nuestra mente y que no son corpóreos: el miedo a la pérdida, el miedo al abandono, a que no nos quieran y acepten, a no ser capaces, el miedo al fracaso…
Segundo consejo: cada vez que tu mente intente liarte con conjeturas y miedos, respira. Respira, respira y respira. En el aquí y el ahora de la respiración los miedos se mueren.
La última receta que me dio José Ángel y que ahora os comparto fue sensacional. Tiene que ver con las polaridades que conforman la vida.
Para que exista la luz, ha de existir la oscuridad. Para que exista el miedo, ha de existir el valor y viceversa.
Pero , aunque te parezca que no, toda polaridad es un todo. Los contrarios son parte de lo mismo. Dos caras de la misma moneda. Para pasar de una a otra solo hay que cambiar la vibración. Es cuestión de elevarla. Elevas tu vibración y pasas del miedo al valor, porque los dos están en ti, pues son parte de lo mismo.
¿Y cómo hago para elevar mi vibración y pasar del miedo al valor? — te estarás preguntando —
Es muy sencillo. Sólo has de hacer cosas que te permitan sentir tu valor. Elije cualquier actividad en la que te sientas valiosa y valerosa y ponte inmediatamente a hacerla.
Da igual lo que sea: guisar, ordenar la casa, pintar, escribir, bailar, charlar, cantar, ayudar a alguien en algo…
Tercer y último consejo: Refugiate en eso que te hace sentir que tú vales y que disfrutas haciéndolo e imprégnate de esa vibración, hazla tuya y sal al mundo.
«Haz más lo que amas» No hay mejor rayo láser para una guerrera contra el miedo. Lo pulverizarás.
«Haz más lo que amas» Es una de las frases para inspirarte y ayudarte a sentirte bien de las BARAJAS DE LA FELICIDAD de Palabras a la Vida, en concreto de la BARAJA ZEN.
Deja una respuesta