Estoy contenta ≧◔◡◔≦ porque mis » cuentos con brújula» — hago referencia a ellos en la barra lateral — van a salir en papel. Ya tengo en mis manos las pruebas y muy pronto, si os interesan, los podréis tener en las vuestras.
También estarán en Amazon, lo mismo que la versión que ahora existe en e-book.
El otro día una cantautora hablaba de que, primero, había sacado sus canciones en formato digital y que ahora había decidido materializarlas en un CD. Algo así le ha ocurrido a «Por si te pierdes. Palabras-brújula para reencontrarse».
Yo creo que la necesidad de sentir y recoger las cosas en nuestras manos es algo muy hondo. Está claro que las posibilidades que ofrece internet son maravillosas y revolucionarias, pero también es muy hermoso experimentar, cuando es posible, lo corpóreo.
Un librito en papel se puede acariciar; lo puedes dejar abierto, sobre tu regazo, mientras saboreas una frase; puedes meter, entre las hojas, notas con lo que vas apuntando, y, algo que me encanta, guardar , entre sus páginas, hojas secas de ese árbol junto al que has estado leyéndolo.
El papel te permite crear otro mundo de magia, que se suma al que ya ofrece la historia que un libro cuenta. Es como coleccionar distintas dimensiones mágicas.
Hoy también estoy contenta porque había un asunto que quería zanjar y, al final, he tomado la decisión de dejarme fluir. Lo que ha de ser será y , además, será lo mejor (◡‿◡✿) y lo que necesito. No hemos de perder de vista que lo que necesitamos, no siempre es lo que queremos, pero no hay ninguna duda de que será lo más adecuado para nosotros.
¿Os acordáis de la frase «Dios proveerá»? O si lo prefieres, «el universo está de tu parte» o «la vida nos trae lo mejor que puede». Es el mismo concepto.
Dejadme que os cuente una historia, real, que un día leí en referencia a esta frase.
¿Sabéis qué es el canto gregoriano, no? En los años 90 se «puso de moda». Fueron los monjes benedictinos del monasterio de Silos, en Burgos. Grabaron un disco, bastante rudimentario, y fue un auténtico «bombazo».
(Acabo de hacer un alto en la redacción de esta entrada para escucharlos, en su página web. Si te apetece, puedes disfrutar de pequeños fragmentos de sus cantos, mientras ahora lees el post.)
En el momento de máxima popularidad, una de las discográficas más famosas de Estados Unidos hizo una oferta a los monjes de la abadía. Les ofrecieron un contrato millonario para grabar un disco, esta vez con todos los avances tecnológicos del momento a su servicio. Los religiosos lo rechazaron.
Los directivos de la discográfica pensaron que los monjes no habían entendido algo y decidieron viajar hasta Silos. Una vez en España, alquilaron un helicóptero para ir al monasterio. Como, lógicamente, en Silos no hay helipuerto, los americanos pagaron una importante cantidad de dinero para adecuar un prado cercano. El negocio que pretendían justificaba la inversión.
Les recibió el padre Clemente con su perenne sonrisa. Los ejecutivos expusieron sus argumentos y el padre Clemente los suyos. Les explicó que su misión no era la música sino la vocación espiritual, que ya habían grabado un disco y que ahora no querían distraerse de sus tareas cotidianas.
Los estadounidenses, viendo que la cosa se ponía peliaguda, recurrieron a la baza económica. Le explicaron al padre Clemente que con su oferta, la comunidad religiosa podría acometer, sin ninguna estrechez, todos los proyectos que tenían pendientes para mejorar el monasterio.
– Si no, –dijo el ejecutivo que parecía más importante– ¿ de dónde van a sacar el dinero ?
El padre Clemente, sin borrar ni un segundo la sonrisa de su expresión, respondió:
– No debes preocuparte por eso, hijo mío… El Señor proveerá.
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