La vida es sorpresa, pero a lo extraordinario hay que abrirle la puerta y, así, te visitarán la magia y sus mensajeros.
Si os gusta curiosear por la red, os habréis dado cuenta de que están en boga los manifiestos personales. Son una declaración de intenciones, creencias, aspiraciones…Una guía para orientar con confianza nuestros pasos en la vida. ¿Qué es lo que no faltaría en el tuyo?
En el mío ocupa un lugar destacado la magia. Creo firmemente en que la vida envía señales, en que existen los milagros y en que lo extraordinario ocurre a cada momento al lado de nuestra piel. Lo que pasa es que solemos estar mirando para otro lado, metidos en las preocupaciones de nuestra cabeza y esperando otra cosa.
Cuando crees en la magia, las casualidades no existen, porque a lo que te ocurre le encuentras inevitablemente un sentido. Es probable que nadie más lo vea. Basta y sobra con que seas tú quien lo sienta.
Hace un par de días, en el regreso de un viaje, la «magia» quiso sentarme al lado de un religioso. Un carmelita descalzo, de cierta edad, y una sonrisa amplia y fresca, de las que transmiten autenticidad. Sentí su energía y provoqué la charla. ¿Qué ocurrió? Un milagro.
No, tranquilo, tranquila, no estoy hablando de nada esotérico. En absoluto. Para mí, las situaciones milagrosas se producen cuando sientes como si desaparecieran el tiempo, el espacio y cualquier otra barrera. Se diluyen los límites y hay una unidad, un entendimiento, un fluir… Una conexión desde el corazón. ¿En qué se concretó?
Llevaba conmigo cierto disgusto, pero cuando comenzó esa charla, empecé a escuchar justo lo que necesitaba para que la culpa y la negatividad que había en mí , se diluyeran. Os voy a destacar, si me lo permitís, algunos puntos de esa conversación para que nos inspiren durante esta semana.
- El religioso, como os decía, no paraba de sonreir y eso que su plan inicial de viaje se había ido completamente al traste. Le dije que daba gusto verle tan contento.
La alegría — me respondió — la llevamos dentro.
¿Os dáis cuenta de lo importante que es esto? La alegría nos acompaña siempre, pase lo que pase fuera. Hacer que despierte y que se exprese en nosotros es una cuestión que depende sólo de cada cual. Nada más. Ella está siempre ahí, dispuesta a mostrarse. No necesita razones. Únicamente espera nuestra decisión. ¡Os podéis imaginar cuál fue en ese momento la mía! ¿Cuál va a ser la tuya?
2.- El carmelita también me contó que venía de una mesa de diálogo. En ella, y para dar pie a ese diálogo con los asistentes, había tomado la palabra junto un psiquiatra y un psicólogo. Hablaron sobre el vacío que los seres humanos solemos sentir en este mundo de hoy. Me explicó que a él le había tocado lo más sencillo, porque había hablado de la fe.
Le respondí que, efectivamente, la fe llena cualquier vacío, pero que lo difícil era llegar a ella. Entonces me dio otra gran respuesta:
¿Has pedido tener fe? Pídela, en verdad, y se te dará.
Quiero explicaros que cuando yo digo «fe» no me refiero a una fe religiosa, sino a una fe mucho más amplia, mas allá de las creencias religiosas. Hablo de la fe y de la plena confianza en la Vida, en el Universo, en la Sabiduría universal, en la Divinidad, en una Energía…llámalo como quieras, la fe y la confianza en algo superior a lo que entregar lo que nos pesa para que lo transforme.
Y como me ha revelado el carmelita, la clave está en pedirla, con la certeza de que ese regalo nos será dado. Incluso, dando gracias, ya de antemano, por él y celebrando semejante obsequio. Es la decisión que he tomado yo. ¿Te apuntas?
3.- Desde la más absoluta humildad, el religioso me fue entregando, sin pretenderlo, sus pequeñas píldoras de sabiduría. Fueron muchas y quizá, algún día, las siga resaltando en otra entrada. Hoy quiero terminar con ésta:
La vida es disfrute. Está llena de sorpresas . Vive cada momento.
Comenzaba este escrito diciéndoos que creo en la magia. ¡La magia existe!
Antes de encontrarme con el carmelita, había pensado dedicar la entrada de este lunes a hablaros de que nuestra misión en la vida es disfrutarla. Y «curiosamente» el religioso ha venido a darme argumentos con su experiencia para hacerlo posible.
Sí, mujeres y hombres, la vida es un juego. A veces — como en el parchís — caemos en el pozo, y otras avanzamos de «diez en diez». Y si no disfrutamos, es que nos lo estamos tomando demasiado en serio — y yo la primera –.
Basta de darnos y dar a todo tanta importancia. ¡A disfrutar y dejarnos sorprender!
A Marcelino, un ser espiritual, porque –como él me dijo– todos lo somos, y, por lo tanto, no desaparecemos.
Con inmensa gratitud.
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