La caja de los botones
Para cuando tocan emociones difíciles
Tengo tendencia a ensimismarme. Me atrae sumergirme en mi mar interior. Lo encuentro apacible y, a la vez, me despierta la curiosidad. Por si surgiera algo que me trajera brillo y me aliviara del peso que suele producirme la rutina.
Ensimismarse es como hacer el muerto en un apacible universo interior, dejándose mecer por recuerdos y acariciar por los sueños.
El otro día en uno de esos instantes de alejamiento del mundo y sus «ruidos», me acordé de la caja de los hilos de mi madre. En mi casa llamamos caja de los hilos al costurero.
Era una caja metálica con algunos dibujos sobre un fondo rojo por fuera, y dorada en el interior. Ahí estaban las bobinas de hilo, las agujas, los alfileres, los corchetes, la goma elástica, el centímetro, el dedal y…los botones.
Cuando mi madre me mandaba ordenar la caja de los hilos me encantaba encontrarme con la colección de botones. Los había grandes y pequeños, de nácar y metálicos, lisos y labrados, de diferentes colores, algunos parecían joyas, otros eran muy sencillos. Eran botones de repuesto, dispuestos a que se les diera una oportunidad cuando fuera necesario.
Estando con estas ensoñaciones, me acordé de una «técnica» emocional a la que, la persona que me la enseñó, llamó precisamente «la caja de los botones». Es un recurso para salir de esas encerronas en las que nos mete la mente con las emociones difíciles.
Cuando las estamos sufriendo, parece que no hubiera nada más y lo único que tenemos en la mente es el dolor que nos producen. Volvemos una y otra vez sobre él, como en bucle, sin ser capaces de salir del sufrimiento ni de ver más allá.
«La caja de los botones» es una herramienta para intentar salir de esa mente cerrada y empequeñecida.
Cuando se cae el botón de una prenda, vamos a la caja de los botones y entre todos los que guardamos buscamos el más parecido. Lo mismo ocurre con las emociones conflictivas.
Cuando estamos viviendo una de estas emociones, seguimos un proceso por el que buscamos ideas que nos traen emociones parecidas a la que ya tenemos y la reforzamos. Si alguien, por ejemplo, ha recibido un elogio y activa nuestra envidia, empezaremos a pensar «es que a mí nunca me reconocen nada», «es que los demás siempre lo tienen más sencillo», «como aquella vez que me pasó…».
¿Te haces una idea de a qué me refiero? Vamos a la «caja de los botones» y solo tenemos ojos y mente para los que son iguales al que tengo. Pero hay muchísimos otros distintos, que ni los vemos; es como ni no existieran.
Cuando estoy metida en una de estas dinámicas, me digo mentalmente: «Caja de los botones». Y eso me ayuda a romper el automatismo.
Me doy cuenta de que estoy buscando «botones iguales». Entonces, vuelco mi caja, saco todos sus botones y elijo conscientemente los diferentes. Empiezo a fijarme en otras experiencias, con otras emociones que no fueron dolorosas sino benéficas para mí y para los demás. ¡Y existen! Y son muchas más de las que nos hace pensar el discurso machacante y cerrado de las emociones que duelen.
La «caja de los botones» ayuda a tomar la decisión de abrir la mente y, cuando lo hacemos, nos volvemos más ecuánimes.
Isabel Garcia Garcia dice
Me encanta esa técnica emocional que propones con tanta sabiduría. Porque a veces es más fácil cerrarme en banda y no dar salida a esos pensamientos que realmente no me conducen a ningún sitio. Así puedo buscar diferentes emociones que me pueden sanar en ese momento tan crítico. Mil gracias por este post que tan generosamente me regalas. Además… es todo un lujo recordar la caja de botones de mi madre, ahora sabiendo que guardaba un significado muy especial. Como siempre GRACIAS. Un generoso abrazo.
Palabras a la Vida dice
Querida Isabel:
revisando hoy los comentarios, he visto que habías escrito un par de ellos a los que aún no había dado salida. Discúlpame.
En estos momentos de confinamiento y de tanta desazón, me traen ecos de otros instantes en los que nos resultaba más fácil estar despreocupados y sentirnos felices. ¡Cómo los añoro!
Muchas gracias por traer en tus palabras un soplo de aire fresco que tanto necesito.
Me ayudas a palpar la ilusión de que esto pronto pasará. ¡Me hace tanta falta creerlo!
Un abrazo enorme en estos tiempos en que la cercanía se ha vuelto un anhelo.