Acabo de inhalar vahos de manzanilla para hidratar y calmar mi garganta y vías respiratorias. Va muy bien contra la tos. Es muy agradable sentir su poder relajante. Deja una sensación de gran bienestar.
¿Tú qué haces cuando enfermas? ¿Te das permiso para parar y ponerte a favor de tu cuerpo?
Quiero que te hagas estas preguntas o que simplemente las lances al aire a ver qué te traen.
En este mundo de prisas, «falsas productividades» y «carreras a ninguna parte» es muy frecuente que cuando enfermamos intentemos que nuestra vida sea como cuando estamos sanos.
Le damos la espalda al cuerpo, a los mensajes que nos está mandando, generosamente, y nos obcecamos en seguir y seguir con el ritmo de todos los días aunque para eso nos tengamos que atiborrar de analgésicos y todo lo demás.
Estoy hablando de enfermedades que no son graves, como gripes, catarros y demás afecciones habituales en esta época del año.
Interpretamos la enfermedad como un fastidio, como algo que viene para «aguarnos la fiesta». ¿Te das cuenta de lo desconectados que estamos de nuestra sabiduría natural? ¿Te das cuenta de que somos unos grandes ignorantes del lenguaje corporal?
La enfermedad está ahí para decirnos que hay algo que no funciona. Y en ese algo hay una parte física evidente y otra emocional. Casi ninguna enfermedad es ajena a nuestra realidad emocional.
Son muchos los factores que desencadenan una enfermedad pero uno de esos factores tiene que ver con nuestras emociones. Cuando emocionalmente estamos flojos, nuestro sistema inmunológico también se debilita y si ese escudo protector hace aguas, es mucho más fácil que entren en nuestro organismo virus, bacterias o que nuestro buen funcionamiento fisiológico se altere.
Por eso te propongo varias cosas:
- Primero: cuando no te sientas plena de salud, para. Atiende los mensajes de tu cuerpo que ya lleva un tiempo diciéndotelo, pero al ver que no le hacías ni caso ha tenido que ir a mayores, tomarse la justicia por su mano y hacerte parar con la enfermedad. Por respeto a él, que te da la corporeidad sobre este planeta, y que te cuida, disminuye tu ritmo, date el mayor tiempo que puedas para parar, descansar y recuperarte.
- Segundo: da las gracias a tu cuerpo. Agradécele que se preocupe por ti y dile, mentalmente y con los ojos cerrados, que estás a favor de él. Escribe y repite la frase: «Siempre estoy a favor de mi cuerpo».
- Tercero: date cuenta de que detrás de esa dolencia física, seguramente, hay además una dolencia emocional. Algo ocurrió antes en tus sentimientos, en tus emociones, que no has resuelto, incluso, ni te has dado esa opción…y que, por eso, hizo una herida, primero emocional, que el cuerpo ahora la vuelve física para darte la oportunidad de curarla en todas sus dimensiones.
La enfermedad puede revelar que nuestra manera de estar en el mundo no está alineada con nuestro universo interior. Es muy importante ser conscientes de esto durante esos días de convalecencia o de ritmo más suave mientras estamos recuperándonos.
Es una oportunidad para abrirnos a entender que el cuerpo es una unidad en la que lo físico, psíquico, emocional y espiritual están conectados. Una ocasión para empezar a sanarnos de una manera integral, holística.
Son días, como os decía al principio, de enfermedades en las vías respiratorias. ¿Quieres saber qué heridas emocionales hay detrás de estas enfermedades?
Cuando mis vías respiratorias se afectan demuestran que me siento ahogada. El aire es la vida y lo que expresamos con estas enfermedades es que sentimos una gran tristeza y frecuentemente ira.
Estamos diciendo, en el lenguaje de la enfermedad, «me siento incomprendida por mi entorno y esto me lleva progresivamente a un estado depresivo».
La propuesta del cuerpo para esta situación es: «respira libremente, deja sitio para el amor, llénate con él y ámate y acéptate incondicionalmente tal y como eres. Con tu sóla aprobación es suficiente.»
¿Ves lo inmensamente reveladora que puede ser la enfermedad? En su respuesta nos está dando además la clave para prevenirla. Si cuidamos nuestras emociones estaremos cuidando nuestro sistema inmunológico. Somos uno. ¡Feliz convalecencia!
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