Sabía que lo que se interponía entre ella y la vida eran sus pensamientos. Algo tan inconsistente y tozudo como una opinión. Inconsistente porque no existe una sola opinión. Son miles y perfectamente intercambiables, si no fuera porque haciendo caso de nuestros pensamientos nos volvemos su esclavo y les otorgamos la etiqueta de verdad. Por eso ella sabía que aunque pudieran ser volátiles, porque en realidad lo eran, casi siempre volvía a sus pensamientos inquebrantables. Una dictadura que causa demasiado sufrimiento.
Por eso había emprendido aquel viaje. Para ser libre. Para dejarse vivir por la vida sin opiniones, sin juicios, sin expectativas. Únicamente como experiencia; disfrutarla sin llegar a importarle lo que ocurriese en su vida.
Pero es un viaje que empieza oscuro. Para llegar al otro lado hay que meterse en el túnel. Es largo y da miedo.
Un día la mujer chamán le dijo:
-«Cuando estés en el túnel, no huyas. Escapar corriendo no ayuda. Sólo retrasa la salida».
– «Pero la oscuridad y la tremenda longitud de ese túnel son crueles» -respondió ella-
– «Es tu túnel -le explicó la chamán- Estáte en él, siéntelo, respíralo. ÁMALO. Cuando lo hagas tus miedos se desmoronarán de inmediato y la oscuridad dará paso a la LUZ».
– «El diseño de tu vida -siguió la mujer chamán- es el perfecto para que aprendas a vivir sin sufrimiento. Con él, la vida se ha entregado al completo para que lo logres. ¡¡Tanto amor es fabuloso¡¡»
Al escuchar aquellas conmovedoras palabras, se sintió culpable por juzgar a la vida, por no ser capaz en ocasiones de apreciar su enorme generosidad. Fue la primera vez que quiso seguir en el túnel, paciente, experimentando la tremenda oscuridad, que era suya, como también le pertenecía la luz que llegaría cuando, con la aceptación , se disiparan las sombras, al igual que el sol hace con las nubes.