Estaba ella en la penumbra, con la respiración acelerada por la desesperación y tras la hilera de cipreses, de pronto apareció la sabia mujer chamán.
– No puedo más — dijo la mujer que esperaba, con apenas un hilo de voz –. Estoy cansada de que siempre se repita en mi vida la misma historia de abandono y dolor. Siento que he perdido la capacidad de volver a amar.
– Es imposible — respondió la mujer chamán — . Lo único que pasa es que te has perdido de ti. ¿Sabes lo que ocurre cuando te niegas?
Las preguntas de la chamán eran poderosas y aunque la mujer desesperada apenas levantada la mirada, su respiración comenzó a mostrarse más relajada.
– Cuando nos negamos — continuó la chamán — es como si nos fuéramos enterrando bajo montones y montones de tierra cada vez más profundos. Nos vamos sepultando y llegamos a creer que nuestro brillo ha desaparecido. Peor aún, olvidamos que somos brillantes.
– ¿Cómo puedo recuperarlo? — preguntó ya totalmente calmada aquella mujer madura —
– Sólo hay dos emociones — prosiguió con una sonrisa la gran chamán — : el amor y el miedo. El amor te libera, el miedo te sigue alejando cada vez más de ti. Tú eliges desde dónde vas a vivir.
– No me parece sencillo — objetó la mujer algo turbada —
– Ya lo estás haciendo — le dijo de manera enérgica la chamán– . Has tomado conciencia de que no quieres seguir así y ése es tu primer paso. Ya estás en el camino del cambio. Elige el amor y empieza a amarte a ti misma. Acéptate y ámate incondicionalmente tal como eres. Sólo así podrás amar a los demás con libertad, sin dependencias y empezarás a atraer a tu vida relaciones profundas y con significado.
– ¿Y el pasado ? — volvió a preguntar la mujer —
– Eres inocente — sonrió de nuevo la chamán –. Perdónate todas tus decisiones y actitudes. Y trátate siempre con ternura y amabilidad porque el amor empieza en ti. No olvides esto ni tampoco que has de viajar ligera de equipaje.
La mujer arqueó las cejas y abrió más los ojos mostrando sorpresa.
– Me refiero a que sueltes lo que no te hace bien — aclaró la chamán– Sientas lo que sientas, pienses lo que pienses, date permiso para sentirlo o para pensarlo y luego déjalo ir. Como cuando sueltas una pequeña pelota que tienes agarrada en la mano.
Con aquella explicación tan gráfica, a la mujer se le iluminó el rostro. Ya no tenía nada que ver con la máscara triste y desesperada que hacía un rato acudió donde la chamán. Sólo un gesto, el de una mano abriéndose, acababa de activar en ella un poder liberador.
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