LA AUTOESTIMA SANA TIENE SEÑALES

Me las ha descubierto un sabio monje budista

 

Cuando voy a visitar a mis padres veo, de camino, una glicinia enredada en una verja. Me maravillan sus flores rosáceas, lilas y blanquecinas, y su aroma exquisito. Florece en el jardín de una casona que antaño tuvo que ser hermosa pero hoy se encuentra en decadencia. La glicinia, ajena a ese declive, brota con vigor cada primavera. Me ha dado por pensar que lo natural es tener confianza en una misma, como la glicinia.

 

Esa reflexión me ha traído otras que hace unos días escuché al lama Rinchen Gyaltsen sobre la autoestima. Nunca había oído algo tan esclarecedor al respecto. Explicaba que la manera ordinaria en que nos valoramos, tiene que ver con cosas externas a las que ponemos números: cuánto dinero, cuántas pertenencias, cuántos títulos, cuántos viajes, cuántos amigos, cuánto éxito…De tal manera que vinculamos la autoestima con peldaños: en dónde te encuentras tú en la vida comparado con los demás.

 

Primera conclusión: esa manera de entender la autoestima como el valor que te da el ser exitoso en algo en comparación con el resto, hace que nuestra autoestima siempre esté amenazada por los demás. Continuamente está en jaque por lo que pueda lograr otro.

 

Así, es imposible sentirse en paz y satisfecho. Por eso, el monje budista habla de otra autoestima, que él llama «sana autoestima» y que no tiene  que ver con peldaños ni con comparaciones ni con sentirse amenazado por los demás. Tiene que ver con nuestras potencialidades internas. El lama se refiere a nuestra capacidad innata y natural en 3 aspectos:  eliminar lo tóxico y negativo, desarrollar el bien y beneficiar a los demás.

 

Todos podemos dar un paso adelante en cualquiera de esas 3 capacidades. Da igual dónde nos encontremos en la vida, todos podemos cambiar y mejorar en eliminar lo negativo, desarrollar el bien y beneficiar a los demás. Eso nos da una confianza y un valor a salvo de los altibajos de la vida. No hay nada ni nadie que lo pueda parar. Dice el lama que podemos estar fracasando estrepitosamente ahí fuera, en el mundo, y, sin embargo, mantener intacta nuestra confianza, cuando la fundamentamos en estas capacidades internas de cambio.

 

También nos da pistas sobre las señales de una autoestima sana y genuina. Te cuento una de las que más me ha tocado.

 

Dice el lama que hay autoestima sana si crees que tú eres suficiente. Yo soy suficiente. Tal y como estoy hoy, soy suficiente. ¡Uff! ¡qué bien me sienta escribirlo y leerlo! ¿Y a ti?

 

No quiere decir que no deseemos mejorar, pero tal y como están ya las cosas, con todas las imperfecciones y defectos, es suficiente para quererme; es suficiente para valorarme; es suficiente para respetarme; es suficiente para ser digna de quien soy.  No tiene que pasar algo. No me tiene que llamar nadie, ni responderme un wasap, ni ponerme un «me gusta». Es suficiente.

 

¿Cómo te dejan las palabras del lama? A mí me ensanchan el alma. También habla de otras señales y explica que para una autoestima sana los errores no son fracasos. Son una oportunidad de aprendizaje y nos fortalecen. Las experiencias buenas, me enseñan; las malas, me fortalecen. Sin ellas, el éxito es imposible.

 

También recuerda que si nuestra autoestima es sana, las opiniones de los demás no nos sacuden. ¿Por qué? Porque las opiniones son solo opiniones. No son verdades absolutas. Y esto, para lo malo y también, para lo bueno. Dice el lama Rinchen que si las alabanzas de otros te elevan, eso es señal de que también sus críticas te van a aplastar.

 

Son enseñanzas muy valiosas para los que muchas veces no tenemos una autoestima sana. Por eso he decidido compartirlas. Porque la baja autoestima nos hace sentirnos incapaces y nos lleva a anularnos a nosotros mismos.  Además, nos deja muy débiles y vulnerables ante los altibajos de la vida. La autoestima sana acaba con este estado de debilidad. Vamos a trabajarla.