Cuento-felicitación para que el 2015 sea un año para abrir el corazón. Él no ve defectos sino heridas que sanar y, en vez de culpabilidad, desvela la inocencia.
¡Buen comienzo de semana y felices fiestas, caminantes!
Son días para intercambiar buenos deseos. El mío es que el 2015 sea el año para abrir el corazón.
A mis mensajes, lo sabéis bien quienes me seguís, les gusta vestirse de cuentos. Es una prenda que abriga la magia. Ella también vive en el corazón. Lo que pasa es que, un día, la mente, nuestro ego, -tan picolisto-, nos dijo que «eso de la magia son niñerías y que ya es hora de coger al toro por los cuernos». ¡Qué barbaridad!
Es curiosa la gran habilidad de la mente para hacernos creer tamañas tonterías. Lo bueno es que vamos dándonos cuenta de la naturaleza del ego y estamos aprendiendo a ponerlo en el lugar que le corresponde. ¿Que cómo se hace? Pues abriendo el corazón. Usad como llave este cuento de la abuela Margarita que hoy os entrego para desearos ¡Feliz Navidad!
Sólo el corazón puede salvarnos
En cuanto entraba la noche, la atmósfera de la aldea se volvía pura magia. En el alféizar de cada ventana había una lamparilla de aceite. Eran como macetas de luz que bailaban al son de la luna. En la aldea de la abuela Margarita ambientaban así las noches que precedían al solsticio de invierno.
– Sólo el amor es real. En realidad, no existe nada más.
La abuela Margarita había empezado a relatar su historia. En la cuenta atrás hacia el solsticio de invierno, cada noche, todas las historias habían de versar sobre un mismo tema. La anciana dejó claro, con esas primeras palabras, cuál era su elección.
– Cuando una persona se comporta sin amor, está actuando desde el miedo. Sólo hay dos emociones: el amor y el miedo. La una expulsa a la otra.
Crepitaba sin cesar la hoguera que ocupaba el centro del círculo que formaban quienes acudían a escuchar a la abuela Margarita. Sus palabras tenían el poder de la transformación de las almas.
– Nuestra percepción de los demás -siguió la anciana, aún sin abrir los ojos- suele convertirse en un campo de batalla entre el deseo de juzgar del ego y el deseo del corazón de aceptar a las personas tal como son.
Aquella noche nadie preguntaba. El círculo había decidido, sin pretenderlo, entregarse a la pureza de la escucha. Y daba la sensación de que la abuela Margarita prefería, quizá también sin pretenderlo, rezar con las palabras. Como si fuera un mantra.
– El ego es el gran criticón. Está siempre al acecho de nuestros defectos y de los ajenos. El corazón va en busca de la inocencia. ¿Sabéis cómo es mirar con los ojos del corazón?
Al hacer aquella pregunta, que nadie contestó, la anciana despegó sus párpados.
– El corazón no ve defectos; ve heridas y, por eso, no quiere castigar sino sanar. Así desea el corazón que veamos las heridas en nosotros y en los demás. ¿Y sabéis cuál es la única medicina que funciona?
– Lo que a mí me abre el corazón -dijo una mujer envuelta en prendas de lana- es el perdón.
– Cuando perdonas -asintió la abuela Margarita- tomas conscientemente la decisión de concentrarte en el amor y, entonces, te desentiendes de todo lo demás. Abrid vuestro corazón -exclamó la anciana-. Pedidle que nos salve de nuestra tendencia a condenar y buscar culpables y que nos revele la inocencia que los otros llevan dentro para que podamos sentir así la que cada uno llevamos en el interior.
¡Que el 2015 sea el año para abrir el corazón!
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