Aprendizajes
Me siento aliviada de poder estar aquí contigo. Por fin, he sacado hora y media/dos horas que es el tiempo que me gusta dedicarte para cada post.
Tú, ¿cómo aprendes en la vida?
En uno de los cursos de la Escuela on line de escritura personal de Palabras a la Vida hay un ejercicio en el que has de subir a un escenario para dirigirte al mundo, a los seres humanos de este planeta, con el fin de contarles dos o tres cosas que te haya enseñado la vida y que las compartes con ellos porque consideras que son imprescindibles para vivir más felices.
Vuelvo a mi pregunta anterior, ¿de dónde sacas esos aprendizajes fundamentales que si subieras a un escenario compartirías por su gran valor?
Yo me he dado cuenta de que los «mejores» aprendizajes, los que me despiertan a lo que soy y a lo que me hace feliz, nacen de las situaciones que me duelen. No, no es ningún contrasentido.
Mira por qué.
Cuando algo duele, quieres salir de esa situación dolorosa. El dolor, por lo tanto, es, en primer lugar, el síntoma de que estás donde no te corresponde, o, mejor dicho, donde no se corresponde con tu SER.
Una vez que el dolor te da esa «información», ya estás dando el primer paso para salir de donde estás. ¿Por qué?
Porque si dices, «esto que me duele no se corresponde con mi ser», a renglón seguido empiezas a mirar dentro de ti, para ver qué sobra y en qué has de centrarte, descubres de qué te tienes que «deshacer» porque no te hace bien ni feliz, y en qué te tienes que centrar porque sí te hace feliz y te da paz y alegría.
Por todo esto te digo que aprendo tanto de las situaciones dolorosas. ¡Claro! En principio dan un poco «para atrás» porque el disgusto no te lo quita nadie.
Hace unas semanas llegué a unos de estos aprendizajes vitales pero, antes, me quedé horas bajo las sábanas llorando a mares y pensando que «esta vez» tiraba la toalla.
¡Pero llorar hace tanto bien! Al menos a mí. Y últimamente he leído algún artículo firmado por psicólogos que también lo recomendaban. Explicaban que, contrariamente a lo que pudiéramos pensar, llorar es de fuertes y valientes.
A través de las lágrimas soltamos lo que no nos hace bien, decían estos psicólogos, limpiamos, y limpiar es un ejercicio de consciencia, determinación y ganas de sentirse mejor. Esto en mi «pueblo» y seguro que en el «tuyo» también, lo llaman valentía.
Lo cierto es que yo he llorado mucho siempre, sin saber nada de esto ni buscarle explicación. Simplemente porque me lo pide el alma y, cuando ocurre, no me puedo resistir, esté quien esté delante.
Pues después de estos días de «tribulaciones», os quiero compartir mis aprendizajes. Mejor con mayúscula: APRENDIZAJES.
El primer aprendizaje es que LO FÁCIL ES LO BUENO. ¡Ufff! Lo escribo y ya me relajo automáticamente. Sí, no te compliques, por favor, nunca más la cabeza. Cuando no la puedas parar, como en ocasiones me pasa a mí, sal de la vorágine mental, tan neurótica ella, con esta frase: Lo fácil es lo bueno.
A mí me está resultando y ¡no sabes cómo! Cuando me la digo es como hacer una pedorreta a ese caos mental, le quito importancia y se la doy a lo que la tiene. Lo simple, lo sencillo, lo natural, lo fácil es lo bueno. ¿Por qué rechazar lo fácil cuando es lo que hace la vida?
Cuando empiezo a perderme en diatribas, me hago la pregunta: ¿qué es lo fácil?. «Si esto es lo fácil — me digo a renglón seguido –, esto es lo bueno» Lo hago y me quedo en absoluta paz. Pruébalo y me dices.
El segundo aprendizaje es EL «MODO VENTOSA» ME AHOGA.
Te estarás preguntando: «¿qué es eso del modo ventosa?» Yo me digo que estoy en «modo ventosa» cuando me obsesiono con un proyecto, con un reto, con algo que quiero conseguir o que quiero que ocurra de una manera.
Es un «modo» que no elijo conscientemente, él me «elige» a mí y tiene que ver con esa programación mental que cada persona llevamos y que está relacionado con experiencias vividas o con creencias limitantes o con las dos cosas juntas.
Le he puesto este nombre de «modo ventosa» porque… ¿qué ocurre con una ventosa? Se adhiere a la pared y se queda ahí fija porque hace vacío.
Cuando yo me fusiono con un deseo o con un proyecto, me adhiero tanto a él que me «hago el vacío».
Cuando persigues algo con esta obsesión, te creas expectativas, buscas resultados y esto origina dos cosas: te olvidas de disfrutar de lo que estás haciendo, esto por un lado, y, por otro, si no logras lo que deseabas, te frustras y como consecuencia de la frustración, te hundes.
Y lo más importante: en este proceso, mientras te adhieres a algo como una ventosa, te estás haciendo el vacío, como decía antes. Te estás olvidando de ti, te dejas a un lado, no te mimas, no te cuidas, no eres amable y respetuosa contigo. En el «vacío» no hay oxígeno, y como resultado, TE AHOGAS.
Perseguir sueños es maravilloso pero dejando aire para ti. ¡Fuera el «modo ventosa» y arriba el «modo yo me amo»!
Estos son mis últimos aprendizajes. ¿Te animas a compartir los tuyos?
Ana Mª Aranda Lasheras dice
en ocasiones me pasa que tus artículos llegan justo en el momento preciso. Hoy ha sido uno de esos momentos. Estoy sometida a un periodo «dolor», regodeándome en él, sin ánimo para salir, ni tampoco para quedarme. Ni lo lloro ni lo olvido, es difícil pasar página así, creo que me he quedado atascada.
Gracias por tus palabras, al menos he visto el camino, esta experiencia va a hacerme aprender, veremos donde me lleva a su debido tiempo.
Palabras a la Vida dice
Hola, Ana María 🙂
Gracias por tus palabras y por tu honestidad.
A veces nos quedamos «atascadas» — como dices — porque no nos permitimos a nosotras mismas salir de ahí.
Me ha pasado recientemente algo semejante a lo que cuentas.
No tienes que hacer nada; sólo has de cuidarte. ¿Sabes qué significa cuidarse? Cuidarse es dejar de juzgarse. No te culpabilices más. No te pongas límites. No pienses en cómo harás la próxima vez para que no te vuelva a pasar lo que te ha ocurrido. Cuando lo hacemos, nos bloqueamos, nos atascamos, no dejamos que sea lo que corresponde en ese momento porque interferimos. No hagas nada; sólo cuídate. Desde que a mí me lo han dicho, ¡¡ me está resultando !! Un abrazo grande ♥
Isabel Garcia Garcia dice
Querida Garbi, como siempre has adivinado mis pensamientos y mis sentimientos. Sé que llorar es un ejercicio muy bueno, porque desde siempre he llorado mucho… y después de las lágrimas me encuentro fuerte para seguir luchando lo que haga falta. Mis aprendizajes son siempre a través del dolor, que llega con la misma fuerza que la felicidad o el amor, antes lloraba muchos dias, pero en mi caminar he aprendido a reducir el tiempo de sufrimiento… ahora lloro uno, eso sí, intensamente, y luego me digo a mi misa… hala! ponte guapa y a seguir viviendo intensamente, que no hay males que duren más que yo. Gracias Garbi, y felicidades por este post. Un abrazo gigante.
Palabras a la Vida dice
Querida Isabel:
Muchas gracias por tus palabras y por tu actitud siempre en positivo 🙂
Llorar limpia, libera, desatasca…Cuando el agua fluye, no se estanca. El dolor viene a contarnos algo, para que le escuchemos. Se trata de prestar atención a lo que nos dice, sentirlo y luego dejarlo ir. A eso ayuda el llanto. Con las lágrimas, el dolor corre, como el agua. Las lágrimas evitan que nos quedemos a vivir en ese dolor; si lo hacemos, ya no es dolor, se convierte en sufrimiento y se nos olvida vivir. Otro abrazo gigante ♥