Esperar a que ocurra algo para ser felices es no haber entendido nada. Pero encontrar la claridad puede ser tan sencillo como mirarnos en un espejo.
Para un momento: respira. ¿Te das cuenta de que el oxígeno te lo prestan los árboles? En la naturaleza todos somos importantes porque estamos interrelacionados. Formamos parte de lo mismo. Somos uno.
La naturaleza es un espejo magnífico que refleja lo que importa. ¿Quieres mirarlo?
Estamos en primavera y en esta estación la vida se intensifica y es más fácil tomar conciencia de qué es esto de vivir. Te propongo que observes: en un parque, en un jardín, en la montaña… donde puedas establecer esa conexión con lo natural.
Una de mis ventanas se orienta hacia un ciprés. Está lleno de pájaros. Estos días andan ocupadísimos: unos se aparean, otros preparan el nido, otros ya tienen polluelos y les enseñan a volar. Es frenética su actividad. Viven intensamente y ¿sabes qué?: pase lo que pase, hagan lo que hagan, no paran de cantar. Ése es su ser y a él se entregan.
Ocurre con los pájaros y con cualquiera de los seres vivos de la naturaleza. Cada cual es quien es y ya está: sin juicios, sin pretensiones, sin expectativas. ¿Te imaginas un cerezo frustrado por no dar manzanas? ¿O un roble triste porque no quiere ver que en realidad es un abedul?
Puede parecer disparatado, pero estas cosas nos pasan a nosotros, los seres humanos, que también somos parte de la naturaleza. Por eso hoy propongo que la observemos, con actitud contemplativa, y que reflexionemos sobre lo des-naturalizados que estamos. Si fuéramos felices, quizá no importaría; pero, no es así.
A los árboles, a los pájaros o a los arroyos, no les ocurre lo que a las personas. A nosotros se nos ha olvidado el camino de regreso a casa. Hemos olvidado que para saber quiénes somos tenemos que mirar para adentro y reencontrarnos con aquello que nos hace sentirnos auténticos. La autenticidad nos permite ser fieles a nosotros mismos y atrevernos a ser. Cuando somos y expresamos lo que somos — como los pájaros cuando trinan — nos llenamos de energía.
Tener la energía alta es la mejor manera de evitar los pensamientos que nos traen negatividad. Nos mantenemos a salvo de esas redes. Entonces, crece la confianza en nosotros mismos y en la vida. Desde esta actitud es posible vivir con intensidad, sin miedo, como todos los seres naturales que estos días de primavera se entregan con pasión a la vida.
Por eso, os vuelvo a recordar mi propuesta. Buscad un rincón natural en donde viváis: aunque estéis rodeados de asfalto. Encontradlo y dejaros inspirar por lo que nos muestra la naturaleza. En conexión con lo natural es más fácil la vida.
Ya sabéis que en Palabras a la Vida creemos en el poder de las palabras. Así, además de esta invitación a re-descubrir lo natural, os voy a dejar un proverbio indio. Muy hermoso.
Escucha al viento…que inspira.
Escucha al silencio…que habla.
Escucha al corazón…que sabe.
Y después de inspirarte en la naturaleza y escuchar al corazón, ¡pasa a la acción! Para impulsarte, lee este fragmento maravilloso de Eduardo Galeano, que acaba de dejar este mundo. Sus palabras nos acompañan. Va sobre la felicidad. ¡Decidamos ser felices ya!
Por largo tiempo me parecía que la vida estaba a punto de comenzar. La vida de verdad. Pero siempre había algún obstáculo en el camino, algo que resolver primero, algún asunto sin terminar, tiempo por pasar, una deuda que pagar. Sólo entonces la vida comenzaría. Hasta que me di cuenta que esos obstáculos eran mi vida. Esta perspectiva me ha ayudado a ver que no hay un camino a la felicidad. La felicidad es el camino.
(…) Así que deja de esperar hasta que bajes cinco kilos, hasta que te cases, hasta que te divorcies, hasta el viernes por la noche, hasta el domingo por la mañana, hasta la primavera, el verano, el otoño o el invierno o hasta que te mueras, para decidir que no hay mejor momento que éste para ser feliz. La felicidad es un trayecto, no un destino.
Sobre la felicidad, Eduardo Galeano.