Tienen el poder de la metáfora que es el que se sabe el camino al corazón y te darán pistas para descubrirte y vivir más en coherencia con lo que eres.
¿Te gustan los cuentos? Aprender con historias es tan antiguo como la humanidad.
A mí me encantan los relatos que nos ayudan a explorarnos. Porque mirar hacia nuestro interior es un camino que antes o después todos recorremos. Si se le da la forma de un cuento, es más fácil descubrir lo que no veíamos , quizá porque no nos implica directamente, sino que la historieta nos hace de espejo.
¿Sabéis cómo llamo yo a estos relatos? Cuentos «alimenticios», porque nos «nutren».
Ésta es una de las razones por las que Palabras a la Vida os ofrece la posibilidad de regalar o regalaros un cuento de coaching. Son cuentos con una enseñanza de desarrollo personal.
Vosotros elegís el tema y yo os creo un relato exclusivo y personalizado que os dará pistas para ver de una manera más positiva algo que os preocupa . Podéis encargarme un cuento de coaching para vosotros o para otra persona a la que queráis ayudar o, sencillamente, sorprender.
Hoy os regalo a todas y a todos, éste:
La mujer que quería una coraza
Los días de calor la mujer chamán buscaba la sombra aromática de varias frondosas higueras, justo detrás de la cueva. Allí la encontró la caminante.
– Llevo varios días andando — dijo — y he venido hasta ti, mujer chamán, porque quiero que me ayudes a crear una coraza emocional. Estoy harta de tanto sufrir.
La mujer chamán la abrazó en silencio y la invitó a sentarse sobre medio tronco, colocado a modo de banco, bajo una de las higueras.
– No te servirá de nada la coraza que me pides — le respondió la sabia chamán — . Quizá te evite el sufrimiento, sí, pero también te arrebatará la alegría y todas las demás emociones que sí quieres sentir. Una coraza emocional te aparta de todo y eso, no es vivir.
Las lágrimas caían por el rostro de la caminante mientras escuchaba a la chamán.
– El sufrimiento me paraliza — añadió algo más tranquila –, cada día me siento más extenuada y sin energía. ¿Qué puedo hacer?
– Deja de culpabilizarte — dijo la mujer chamán con contundencia –. Sólo te sirve para sentirte cada vez más y más pequeña y para auto-convencerte de que no te mereces nada mejor.
– ¿Y qué he de hacer para liberarme de la culpa?
– La única manera es el perdón — la expresión de la chamán era sumamente amorosa –. Empieza perdonándote a ti misma; perdónate la manera en que te hablas, en que te castigas, en que te limitas, en que te juzgas y comparas, en que te machacas…Y, luego, perdona a los demás. Perdónalo todo. Abrirás una puerta por la que saldrán todas las culpas y entrará el amor.
– ¿Y las personas que me han herido? — se resistía la caminante.
– Nadie te hiere si tú no lo permites — la mujer chamán cerró los ojos, juntó las palmas de sus manos y las posó sobre el pecho –. Somos nosotros los que permitimos, consciente o inconscientemente, que las palabras y los hechos de los demás nos duelan. Utiliza tu libertad para evitar que te hieran y, si no fueras capaz, no te culpabilices. Siente ese dolor, sin miedo, y, luego déjalo partir. ¿Y sabes qué es lo más importante?
La pregunta hizo que los grandes ojos negros de la caminante se llenaran de luz. Hacía ya un rato que brillaban de una manera distinta a cuando llegó.
– Lo único importante es el amor — sonrió de par en par la chamán a modo de despedida –. Ámate a ti misma, mírate con ternura, háblate con suavidad. Ser más amorosa contigo es el primer paso para amar a los demás. Haz tu camino con la mente y el corazón abiertos y no habrá lugar para el sufrimiento y la culpa.