La senda que lleva a casa de Marina es la de la felicidad.
Hoy es un camino hermoso pero lo tuvo que desbrozar. No lo cuenta porque el pasado, pasado está, pero cuando lo abrió hubo noches de dura tormenta en las que fue necesario perseverar y perseverar.
Cada día nacemos a una vida nueva, y Marina nos invita a la senda de la felicidad
Ella conoce el camino y si nos sentimos perdidos nos saldrá al encuentro.
En esa senda siempre acompaña el murmullo del mar. A veces te cruzas con corazones desnudos, que enseñan los cuatro puntos cardinales, pero nunca se desnortan. Otras veces te encuentras con una manada de elefantes, de todas las edades :viejos, jóvenes y niños. Y cuando eso ocurre, en el horizonte, están al mismo tiempo la luna menguante y el sol poniente.
Dice Marina que «en presencia de la belleza aprendes a valorar la vida como un arte, como un hermoso poema». Por eso desde su senda vió un cisne blanco que nadaba desde una isla hacia la orilla del mar, y un hombre que dejaba flores sobre el agua por la ausencia de una mujer que cada mañana navegaba en su barca hacia aquel islote.
Marina se pregunta qué nos ayudaría a estar más despiertos para no perdernos los momentos mágicos de la vida.
De repente en su senda, alguien pega un brinco, se levanta y se pone a bailar. Sólo o acompañado. Con tutú o con traje de faralaes. ¡Qué más da¡ Lo único importante es la PASIÓN…
¡Sí, hombre¡ ¡Eso que te hace tener cara de viernes todos los días¡ Y no olvides, que NO está fuera. La felicidad es una puerta que se abre desde dentro.
(Para Marina Fernández y su compañero por su senda de la felicidad)