La gente feliz sonríe y da las gracias. La gratitud abre la puerta a la felicidad. Da las gracias cada día, siéntelo, y verás lo que te trae.
¡Hola, caminantes! Ha llegado febrero y os propongo celebrarlo. Sí, CELEBRARLO, con mayúsculas y sin razón especial.
¿Os parece poco que estemos llenos de vida? Estoy viva y lo tengo todo, como tú, como él, como cualquiera de los caminantes de este sendero.
Hace frío fuera. Entra, que te preparo una infusión o una taza de café. ¿O quieres mejor un caldito, con una «chorretada» de vino blanco, como dicen las abuelas?
Mientras envuelves la taza con tus manos, para calentarlas, escúchame:
– Gracias, muchas gracias, mil gracias, millones de gracias, infinitas gracias. Porque eres única o único, porque eres imprescindible, porque importas, porque sirves a los demás, porque te das…..
Te lo digo sin dejar de mirarte a los ojos, que es así como se entrega la gratitud.
¿Y sabes lo que ocurre cuando se dan las gracias y se sienten? Que no puedes dejar de sonreir. La gratitud abre la puerta de la felicidad. Y se multiplica dada vez que eres capaz de ver en lo cotidiano, un regalo.
Y, como decía al principio, no hacen falta razones especiales. Es más: es mejor que no las haya, así la gratitud será más auténtica y gratificante. Puedes dar las gracias por una sonrisa, por tener dos manos, por la caricia del viento en tu piel, por toda la gente que amas, por la película que verás esta semana. Sí, tambien vale agradecer lo que aún no ha llegado. Lo único importante, como os decía, es sentir esa emoción, vivirla, porque desde la vivencia, las emociones funcionan como un imán y atraen lo que emiten multiplicado por mucho.
Palabras a la Vida sabe que las palabras pueden cambiar una vida. Por eso, te propongo, cada día, dar las gracias por cinco cosas. ¿Por qué no te haces con una libretita de la gratitud? Que sea sólo para apuntar las cosas por las que dar las gracias.
Con esta entrada, hoy pongo en marcha, un emo-cionario. Un pequeño diccionario de las emociones, para aliarnos con aquellas que nos hacen crecer. La magia blanca de las palabras nos permite ahondar un poco más en ellas.
Por si no lo habíais pensado, las palabras también tienen madre. La que le entregó el regalo de la vida a «gracias», es gratus: grato, querido, agradable.
¿Os habéis dado cuenta de que siempre empleamos «gracias» en plural? Es la abundancia de la gratitud: mil gracias, millones de gracias, infinitas gracias. Y esa abundancia no es otra que la abundancia del corazón.
La hoguera era ya apenas rescoldo. En el cielo de invierno lucía hermoso Orión y la abuela Margarita, aún ante el roble de la aldea, pronunció unas palabras que conmovieron al «círculo» que la escuchaba:
– Dad las gracias a vuestras lágrimas -dijo- . Con ellas aprendéis a ser más tiernos, más compasivos, más humanos. Sed agradecidos con lo bueno y con lo que, a primera vista, no lo parece tanto. Ésa es la maestría de la gratitud.
La sabia anciana se puso en pie, apoyó las manos sobre la corteza rugosa del roble, miró hacia arriba, como entregándose a su copa, y comenzó a cantar su canción:
«No cierres tu corazón a aquello que lo puede abrir aún más.
No escapes.
Suelta el mundo y deja que entre la Vida.»