«El viaje más apasionante quizá haya sido alrededor de mi habitación».
Lo acababa de pronunciar un hombre pequeño y barbudo. ¡Claro que llevaba toda la vida siendo poeta¡ Pero a ella se le quedaron prendidas aquellas palabras.
En la mañana había un brillo distinto. Más que diferente, había brillo. Se sorprendió al descubrirlo. Pensó en la rutina y en cómo la inercia vuelve las cosas opacas.
Aquel viejo poeta cuando embarcó para su pequeño viaje seguro que lo hizo por la puerta del corazón. Cuando se actúa desde el entusiasmo todo reluce, se acepta lo que tenga que venir con positividad, se es compasivo con uno mismo y con los demás y se tiene paciencia.
Entonces en una habitación de apenas diez metros cuadrados cabe el Universo y es tan maravilloso que sólo se desea ser cada vez más y más pequeño para sentirse polvo de estrellas. Aquella mujer estaba descubriendo que en lo minúsculo casi siempre está la semilla de la mayor de las grandezas.