Reflexiones y cuento sobre los errores. Los necesitamos para aprender. Pero no cometas siempre los mismos. Para crecer has de encontrar nuevos errores.
¿Qué tal, caminantes? ¿Cómo va el sendero?
A veces tropezar es la manera de parar y volverse a poner en pie viendo las cosas de otra manera. Tropiezo a menudo pero he decidido que ya no va a ser siempre en la misma piedra. ¿Os habéis dado cuenta de que en nuestro camino, en el de cada cual, hay una piedra, en la que solemos batir el récord de tropezar una y otra vez?
Me he dado cuenta de que hacerlo es absolutamente estúpido. En primer lugar, por la frustración tremenda que produce. La frustración lleva a la culpa y la culpa es uno de los grandes ladrones de energía y poder personal. ¡Así que se acabó!
No volveré a tropezar más con mi gran piedra. Vosotros sóis testigos.
¿Pero cómo no nos vamos a caer? -estaréis pensando-. Eso es imposible.
Por supuesto que nos vamos a caer, y a tropezar. ¡Faltaría más! Es la única manera de evolucionar en la vida. Es un ejercicio de renovación maravilloso. Desde aquí propongo una gran sonrisa y un gran abrazo para todas nuestra caídas porque son nuestro maestro. La próxima vez que caigas dále las gracias sinceras a tu tropezón. ¡Ya verás cómo te levantas mucho más ligera o ligero!: con alas. De la otra manera, cada vez que reniegas de tu caída, sólo te estás atando piedras a tus tobillos. Y así es imposible avanzar. Nadie en esas condiciones es capaz de hacerlo.
Vive tu vida y comete errores: variados, distintos.
– Uno nunca sabe lo que va a suceder -dijo la abuela Margarita-. Y es hermoso que sea así. Si fuera predecible, no valdría la pena vivir la vida.
– Pero en la incertidumbre, -respondió una mujer-, es más fácil equivocarse.
– Los seres humanos vivimos en libertad – explicó la abuela Margarita con una gran sonrisa en el rostro-. Y la libertad para ser necesita inseguridad e incertidumbre. Es su hábitat. Si queréis un modelo fijo, eso no es vida ni es libertad.
– Pero a mí me gustaría un consejo sobre cómo vivir mi vida -quien pedía ayuda de esta manera era una joven con gesto de gran preocupación-.
– Yo no estoy aquí para eso -respondió con inmensa dulzura la abuela Margarita-. Yo estoy aquí para ayudarte a ser libre, y eso incluye que te liberes también de mí.
En ese momento, las personas que formaban el círculo en torno a la abuela Margarita y al gran roble que la respaldaba, sintieron un aroma muy agradable. Alguien acababa de avivar la hoguera con una corteza aromática que invitó a los presentes a cerrar los ojos y aspirar en profundidad.
-No le preguntes a nadie cómo deberías vivir tu vida. La vida es muy valiosa. Vívela. No te estoy diciendo que no cometas errores. Los cometerás. Pero recuerda una cosa: no cometas siempre los mismos. Sólo la persona que es capaz de encontrar nuevos errores que cometer cada día, sólo esas personas, estarán creciendo continuamente. Es el único modo de aprender y descubrir tu propia luz interior.
¿Sabes que tus valores son tu mejor sistema de propulsión?
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