¡Feliz comienzo de semana¡ Tenemos por delante un mundo de posibilidades.
En una de mis entradas, a punto entonces de acabar agosto,os lancé un desafío. Siempre vuelven la vida divertida. Os pedí que os animárais a haceros una selfie y que me la enviárais, para así yo ponerle «palabras a vuestra vida». Neka y Javi se hicieron un autorretrato con su cosecha de guindillas. Aquí va mi escrito. Ya sabéis que Palabras a la vida os permite regalar palabras.
Pongo palabras a la historia de gentes que crean y aman, y se dejan la piel para que sus proyectos salgan adelante.
Si tienes un pequeño negocio o una marca artesana, deja que Palabras a la Vida divulgue su alma
«Guindillas Albizabal»
A la esperanza siempre le gustó vestir de verde. En casa de Neka y Javi su tono es «guindilla», como sus «piparrak», que así es como llaman los vascos a estas pequeñas joyas verdosas.
Las cultivan junto a la casa. «Es una tierra buena», dicen los viejos del lugar. En el Valle de Aiala, quienes han trabajado las huertas, saben cómo respiran los terrones en cada rincón.
La buena simiente necesita de un buen terreno. Pero eso no basta para llegar a ser con esplendor. Todos necesitamos amor y las guindillas no iban a ser una excepción.
Neka y Javi les entregan todo el mimo del mundo. Pura artesanía y cuidado natural. Por eso resultan tan tiernas, tan delicadas, tan tersas y brillantes, que parecen de cera.
Crecen felices, en un clima como el de Euskadi, poco sol y mucho sirimiri. Desde finales de julio hasta bien entrado octubre.
En casa de Neka y Javi a las guindillas les encanta el glamour. Sueñan con Rita Hayworth y ellos las vuelven «Gildas«: el pintxo de guindilla por excelencia.
Ensartadas en un palillo, con anchoas de categoría, buenas aceitunas y aceite de oliva virgen extra, las gildas «albizabal», que así se llaman las de Neka y Javi, son de lujo.
Al fin y al cabo, ¿qué nos hace felices?. Crear y amar. Ellos lo hacen con sus «piperrak».