Cuidaba su sueño con toda la entrega y todo el amor de los que era capaz. Pero el sueño ni florecía ni crecía.
Hacía tiempo que no lo hacía, pero aquella mañana no pudo evitar que se le escapara el llanto. Se sentía desorientada. Aún así, cada vez que su mirada se posaba sobre aquel diminuto y frágil sueño le parecía hermoso y en su corazón se despertaba el amor y el compromiso.
Se había comprometido firmemente con él y nada ni nadie lo podría impedir. Pero no sabía qué hacer con el dolor de la decepción. Se había empeñado en ser su compañera de camino. Por eso acudió donde la mujer chamán.
-» Si te concentras en lo que posees y no en las carencias, se abrirá ante tí un mundo de posibilidades» -le dijo la sacerdotisa-
Sintió la deslumbrante luz de las maravillosas palabras de la sabia mujer. No lo podía asegurar, pero incluso le pareció ver el resplandor de aquellas palabras. Dejaron una estela luminosa que se instaló en el centro de su corazón y se fue extendiendo en ondas concéntricas a todos los rincones de su cuerpo. Como si se fueran encendiendo hermosos candiles. Aquel abrazo luminoso fue desterrando las penumbras.
En aquel momento sintió cómo estallaba en su alma la gratitud. Se concentró en lo que poseía, como le acababa de recomendar la mujer chamán. Y atesoraba ¡todo¡. Tuvo la certeza de que era la mujer más rica del mundo. ¡Sentía amor, y no hay una posesión mayor que este sentimiento¡ Es el primero de todos.
– «El amor -le dijo la mujer chamán- es una fuerza ilimitada que te permite ver el mundo con los ojos que tú quieras. Da lo mismo donde reparen tus pupilas. Percibirás el amor que emana directamente de todas las cosas, también de tí misma y de otros seres humanos. Aun cuando estés triste o estén tristes, verás que por detrás de esos sentimientos, también envían amor».
Cerró sus párpados y cuando los volvió a abrir comenzó a ver su pequeño sueño con otro entusiasmo.