Nos dijeron que la vida es lucha pero sacrificarse no trae la felicidad. Crea expectativas y defrauda. La entrega sí que funciona. De eso va este cuento:
Quienes buscaban a la mujer chamán solían encontrarla en aquel paraje rocoso, junto al milenario ciprés. Desde aquella atalaya observaba a una mujer que hacía semanas había llegado al lugar buscando el acompañamiento de la chamán para su evolución espiritual.
– Dejaré que dirija mi vida la misma fuerza que hace que el corazón lata, que las semillas se conviertan en flores o que los planetas giren.
Mientras comunicaba su decisión a la chamán aquella mujer no paraba de sonreir. Tampoco apartaba la vista de los nenúfares del estanque. Por fin era capaz de posar su mirada sin el gesto angustioso de cuando llegó.
– Creemos que somos poderosos por lo que logramos y no por lo que somos -con esta frase la chamán celebró la decisión de la mujer y continuó hablando-. Nos dijeron que la gente agresiva es la que triunfa en la vida y no dejamos de batallar. Luchamos por algo que creemos que nos hará felices y sólo es un alivio temporal.
– Hasta hace nada -explicó la mujer sin dejar de sonreir a la chamán- si alguien me sugería que me dejase llevar, que soltara un poco de lastre, me ponía histérica. Pero ahora he descubierto que la energía pasiva tiene su propia clase de fuerza.
– La entrega no es debilidad, ni pérdida -dijo la chamán-. Es una poderosa no resistencia. Para tener esa apertura y receptividad, hay que aprender a confiar.
Al oir estas palabras la mujer dejó de mirar a los nenúfares y cerró los ojos.
– Nuestra única tarea -siguió la chamán- es abandonar el intento de controlar lo que no podemos controlar y entregarnos al amor. Ver cualquier situación desde la experiencia del amor. Es un orden que funciona y tú descansarás.