-“Una sola palabra os puede cambiar la vida”
A la abuela Margarita le gustaba empezar sus historias con frases que descolocaban.
-“No lo olvidéis nunca –continuó-: las palabras son pura magia. Es el don más poderoso que tenemos como seres humanos. Lo que ocurre es que casi siempre las utilizamos contra nosotros”
Aquella noche, bajo la lluvia de estrellas, que a ratos les hacía romper en sonidos de admiración, se había vuelto a concentrar el auditorio de la abuela Margarita. La anciana atesoraba la sabiduría de los ancestros. Una manera de vivir que se distingue por su fácil acceso a la felicidad y el amor.
“Esta es la historia de una niña hermosa –comenzó -. Su madre trabajaba duramente en el campo. Mientras la pequeña esperaba su regreso se entretenía imaginando bellos vestidos y elegantes peinados.”
A la abuela Margarita le gustaba parar un momento y que se oyeran los grillos en el silencio de la noche.
“La niña se colocaba telas, trapos, flores…-siguió contando- Escogía piedras de formas bellas y caracolas de cuando fue al mar. Tenía la pequeña el don de la creatividad e ideaba atuendos y peinados muy hermosos”.
“Aquella noche su mamá regresó especialmente cansada –continuó la anciana- Tan extenuada que apenas le quedaban fuerzas para abrir los ojos. La niña estaba ansiosa por mostrarle lo que había creado y desfilaba ante ella una y otra vez. El cansancio hizo que la mamá estallara en un ataque de ira:
-Ya no puedo más –gritó a su pequeña- Es horroroso todo lo que creas. Déjame en paz.
A partir de aquel día –explicó la abuela Margarita- la niña ya no creó más. Las palabras de su mamá enojada la hechizaron. Le hicieron creer falsamente que lo que hacía no podía ser hermoso cuando en realidad vino al mundo con el don de la creatividad y la belleza».
Los hombres y mujeres que rodeaban a la abuela Margarita tenían cara de tristeza y muchos se sintieron reflejados en aquella historia. Pero lo mismo que la mamá, ellos tampoco fueron responsables de cómo un día usaron las palabras porque no conocían su poder.
-“Sed impecables con vuestras palabras –terminó la anciana- Son como semillas. Si nacen del amor y el respeto, eso es lo que harán crecer. Sólo así serán pura magia blanca”.