He caminado unos kilómetros para volver a casa, sin coger el autobús.
Lo he hecho porque me encantan las primeras horas de la noche en invierno. Sentir en el rostro el aire frío que purifica; las manos, en los bolsillos y la mirada, atenta a los detalles.
Observo los árboles y si les quedan hojas, y también me gusta imaginar lo que puede haber tras las luces que se cuelan por las ventanas.
Poco antes de llegar a mi casa, hay un chopo, junto a una acequia. Pasar a su lado e inspirar su intenso aroma es para mí, pura magia.
Me entusiasma buscar, encontrar , crear y propiciar la belleza. Lo hago a mi manera, desde lo que me nutre.
¿Y tú, te dedicas a conectar con tu sentimiento de belleza?
A veces, lo vamos posponiendo, porque nos «urgen» otras cosas. ¿Pero hay algo más prioritario que sentir que la vida es bella?
Sí, es bella aunque estés a punto de romperte en pedazos. En esos momentos, incluso, es más importante que nunca sentir la belleza.
Primero, porque siempre está ahí, y, segundo, porque conectar con lo bello va a ser ese «pegamento» mágico que impedirá que te rompas en los mil pedazos en que estabas a punto de estallar.
Cuando te agarras a la belleza, es imposible perderte de ti. Lo hermoso te vuelve entera, completa, auténtica: tú.
Me encantó una frase que hace unos días escuché a un poeta japonés. Hablaba de buscar la belleza para que no nos aplaste «tanta verdad».
Ya ves que he entrecomillado la palabra «verdad». Porque…¿de qué verdad nos hablan quienes nombran a la «verdad»?
Lo único que te puedo decir es que lo verdadero, no duele; así que si te hace sufrir, si me hace sufrir, es que no es tal verdad.
¡Mira qué cara se te pone con la belleza, cómo sonríes! La belleza sí que es verdad; una verdad como un templo….Sí, porque es sagrada.
Y lo digo sabiendo que esto es como una selva…No olvides dónde estás, yo ya estoy aprendiendo a no hacerlo y cuando aceptas, pierdes el miedo y empiezas a ser libre.
¿Y sabes qué? Que en la selva siempre, siempre, siempre hay belleza; mucha más belleza que trampas y hostilidades.
Y cuando caigas en una de esas trampas o sufras un ataque, no te quedes lamiéndote las heridas. Levántate, suelta ese dolor y date permiso para aprender que, pese a lo ocurrido, lo hermoso sigue ahí al lado. ¿Ves qué preciosa mariposa acaba de posarse sobre tu hombro?
Y si otro día, has de ponerte las «pinturas de guerra», hazlo…Pero no te olvides, en algún momento, de mirar al cielo y enamorarte de la luna.
La belleza es nuestra alíada; la belleza es nuestra razón y nuestra recompensa.
Y lo que más me gusta de todo: la belleza te hace libre. Cuando la llevas en tus ojos, doblegas miedos y demonios, y cuando les quitas el control a ellos, en ese momento, lo empiezas a recuperar tú.
Aquí llega el mantra de esta semana:
La belleza me hace libre
He elegido esta hermosa música por si te apetece escucharla mientras lees o después.