Cuento-ritual para soltar lo que no queremos que nos acompañe en el año nuevo.
¿Cómo váis, caminantes?
Estamos en un momento de tránsito, entre un año que se acaba y otro que empieza. Es una ocasión magnífica para los rituales. Sin magia, mi vida no tiene sentido. Por eso me encanta improvisar ceremonias e invocar a ese algo profundo que habita dentro de nosotros, y que viene de otro lado, no me digas de dónde, para vincularnos a todos y a todo. Experimentar esa sensación, a través de tu propio ritual, el que se te ocurra, limpia, libera, desbloquea, alivia.
Coger las cargas y someterlas a la mente no sirve para nada más que para que pesen más y más. Pero si haces un ritual, es como entregárselas a algo y decirle: confío en que vas a aliviar y purificar mis cargas, confío en que, hagas lo que hagas con ellas, será lo mejor para mí, confío en que esa solución ya está de camino. ¡Ufff! ¿Sentís el alivio? Y lo mejor de todo, os lo puedo asegurar, es que funciona.
¿Queréis un ejemplo de un ritual que me encanta y que puede ser perfecto para este cambio de año?
Escribe en distintos papelitos todo aquello de lo que quieres desprenderte porque no te hace bien. Lo que quieres sacar de tu maleta de viaje para el próximo año. Después escribe en otros papelitos lo que sí quieres llevar, en su lugar, en esa maleta.
Coge cada papel de lo que quieres eliminar y deja que se queme sobre una vela encendida. (Hazlo en un lugar seguro). Mientras se consume, despídete en voz alta de eso que quieres eliminar y explícale que has tomado esa decisión porque no te hace bien. Por ejemplo:
«Me despido del victimismo y te convierto en cenizas porque no me haces bien»
Cuando hayas quemado todo lo que no te conviene, abre los papeles donde has apuntado lo que quieres que sean tus nuevos valores y creencias. Dáles la bienvenida en voz alta y explícales que éste es tu renacimiento. Por ejemplo:
«Éste es mi renacimiento y doy la bienvenida a la decisión de tomar las riendas de mi vida»
Probadlo y veréis cómo se cierran determinadas puertas y se abren otras.
El guardián de la belleza y el fuego sagrado del corazón
La mujer chamán había ocupado su lugar ante el ciprés milenario. Extendió los brazos, echó la cabeza hacia atrás para ver su copa, y empezó a recitar la oración con la que abría aquel ritual de fin de año:
– Gran Árbol, nos damos al poder que rige nuestro destino. No nos agarramos ya de nada, para así no tener nada que defender. No tenemos pensamiento, para así ver con los ojos del corazón. Sanados y desprendidos, déjanos pasar a la libertad.
Siempre era la misma oración pero conmovía profundamente a los presentes. Tras el rezo, la chamán guardaba silencio, y los hombres y mujeres que la rodeaban tomaban la palabra. Cada uno debía hablar de la lección que les había permitido aprender el año que se iba.
– Si te pierdes en el bosque -dijo un joven- no estás realmente perdido. Cuando en realidad estás perdido, es cuando te olvidas de quién eres.
– Da siempre lo mejor de ti -intervino una joven muy hermosa- y lo mejor vendrá. Todas las cosas que salen de ti, regresan a ti. Lo primero es preocuparte por lo que estás dando.
– Cuando la vida me tumba -hablaba ahora un hombre de mirada profunda- me pongo boca arriba y miro las estrellas. Soy libre para elegir cómo ver las cosas.
Cada persona iba desgranando el aprendizaje que le había regalado el año. Ponerle palabras era una manera de celebrarlo y agradecerlo.
– No dejes que ninguna persona te diga hasta dónde puedes llegar -dijo una anciana-, pues sólo te está diciendo hasta dónde puede llegar ella.
– Ya no temo equivocarme -sonrió una mujer de cabello rubio-. Asumo que las adversidades vendrán porque forman parte del guión y no me preocupo más de ellas.
La ceremonia del tránsito del año que presidía la mujer chamán duraba buena parte de la noche, hasta bien entrada la madrugada. Al amanecer, los asistentes extendían los brazos como si fueran alas, dispuestos para viajar livianos por el nuevo año. Entonces, todos, al unísono, se dirigían al ciprés:
– Gran Árbol, sé el guardián de la belleza y del fuego sagrado del corazón.
En ese momento, empezaba a sonar la música y comenzaba la danza. Feliz Año Nuevo.