He abierto las ventanas y los balcones de mi alma: de par en par.
También están abiertos los poros de mi piel. Como potentes caracolas de mar.
No quieren perderse el más leve susurro. No vaya a ser que la vida hable a mi recién estrenado sueño y yo no lo escuche.
Duermo y vivo para mis sueños. Aunque a veces pareciera que, inerte, este último no quisiera despertar, ajeno a mi frenesí.
Él gobierna en este instante mi vida y le he declarado mi amor, ¡pero que lo tenga claro¡ : mi segundo amor, porque el primero, al que le robo instantes y me culpabilizo, está en otro sueño prioritario que hace tiempo y tiempo me acompaña y me sirve de espejo.
Él es mi maestro y sabe, porque también se lo declaro, que es lo primero en mi mundo.
Alimentando mi nuevo sueño amo más y mejor y me da la medida de la grandeza del ya alcanzado.
Y lo nutre y lo cuida porque cuando renuevo mis sueños me alineo, como a veces las estrellas.
Y cuando estoy en mi eje me siento inconquistable, libre para ser quien soy en el mundo y para amar a corazón abierto.
Aunque a veces pareciera que , indolente, mi último sueño se resistiese a despertar y a que lo estrechara entre mis brazos. Alguna razón tendrá.
(Para Javi, mi sueño número uno y fuente nutricia de todos los demás)