-«Tengo miedo -le dijo-. No sé qué hacer. Me siento bloqueada»
El hermoso rostro de aquella mujer parecía la máscara más triste del mundo.
– «¿Sabes qué es el miedo?» -le respondió la mujer chamán-
Entonces las lágrimas asomaron a la máscara y mientras fluían la iban disolviendo. El llanto es capaz de abrir las ventanas del alma, hasta las más atrancadas.
– «El miedo es una falsa percepción -le explicó la mujer chamán-. Se trata de una construcción de tu mente. A menudo se inspira en el pasado, en lo que ya no es. Por eso digo que es falsa.»
– «También es una emoción -continuó-, como la alegría o la ira. Tú me has dicho que a tí te bloquea. Es importante que observes cómo se manifiesta en tu cuerpo. Que la identifiques»
La hermosa mujer había dejado ya de llorar y de su rostro había desaparecido la máscara. Parecía como si su imagen, aunque triste, le empezara de nuevo a pertenecer. Es lo primero que ocurre cuando a las emociones se les pone nombre. Vuelven al lugar que les corresponde. Si no, te vampirizan.
– «No huyas nunca del miedo ni te enfrentes a él – siguió diciendo la mujer chamán- Si lo haces seguirá creciendo y creciendo y te aplastará. Él decidirá por tí».
Al oir estas palabras, la bella mujer respiró profundamente. Entonces, sus hombros y su espalda encogidos como una coraza, se estiraron y quisieron volver a su posición natural. Es un efecto del alma saliendo por las ventanas. Cuando toma la iniciativa, su luz baña hasta los rincones más húmedos y oscuros.
– «La única manera de tratarse con el miedo -explicó la mujer chamán- es sentirlo. Aceptarlo y vivirlo. Entonces puedes darle la mano y aprender lo que te quiere enseñar.»
La mujer chamán sabía que cuando esto ocurre el miedo se convierte en un compañero más del camino. Ya no es el que guía. Y hay transeúntes en los que cada vez se repara menos si en el sendero se interpone la distancia.
La brisa del atardecer trajo unos armoniosos sonidos . Entonces la hermosa mujer se llevó la mano al cuello y con ella envolvió un cascabel que lucía a modo de colgante. Había olvidado que alguien se lo regaló un día para que le acompañara el tintineo del amor. Es el mejor antídoto contra el miedo.