Llueve. Apenas ha parado desde ayer. Me encanta cómo canta la lluvia detrás del cristal.
Tiene una voz algo metálica, quizá porque en algún lugar de mí, guardo la imagen de un bidón vacío, que se dejaba en la calle, para que, gota a gota, fuera llenándose de lluvia. Un bidón azul con las letras blancas de «Cepsa» y la lluvia, se usaba luego para regar.
Con esta banda sonora de fondo, hoy te quiero hablar del miedo o, mejor dicho, de un remedio que a mí me va muy bien para combartirlo y diluirlo, como las gotas de lluvia.
Suelo sentir el miedo en la boca del estómago. Es importante que identifiques dónde se instala el tuyo. Para tener claro de qué estamos hablando.
Se me pone, como digo, en esa zona y me agarrota. El miedo encoge, pesa, hace que todo en ti se vuelva rígido y te empequeñece.
En cuanto sientas el tuyo, prueba mi remedio:
Cierra los ojos y respira tres veces, como te salgan las respiraciones, no tienen por qué ser largas ni profundas. Tres respiraciones normales. Sólo has de contarlas.
Luego, sigues con los ojos cerrados, y empiezas a imaginar, delante de ellos, una sonrisa. Has de ir trazándola mentalmente, como si estuvieras dibujándola. A mí me gusta dibujarla cada vez más amplia.
La vas trazando una y otra vez; venga, una vez más…y otra…..y otra….¿Hasta cuándo? Hasta que sientes que esa sonrisa se dibuja en tu rostro. Es sorprendente descubrir cómo de pronto se han relajado los músculos de tu cara y ¡estás sonriendo!.
Con una sonrisa se empiezan a ver las cosas de otra manera. Es el momento de darte cuenta de que en ese instante estás a gusto y en paz. En ese instante aprecias que, en realidad, tienes todo lo que necesitas para sentirte bien, porque ya lo estás experimentando. Es el poder del presente.
«Aquí y ahora lo tengo todo», «aquí y ahora todo es posible». Repítelo con sentimiento una y otra vez. Tu sonrisa será cada vez más amplia y ¿sabes qué?, te habrás olvidado del miedo. Se ha diluído.
Lo único que ha ocurrido es que has dejado que entre en ti la paz y el amor. Les has abierto la puerta. Y cuando en un sitio entra el amor, no cabe el miedo. Y al revés: por eso, antes, te sentías tan encogida. Lo ocupaba todo el miedo y… es pesado.
Hablando del amor, déjame que te cuente una leyenda preciosa que leí el otro día. Es oriental.
Dice esta leyenda que las personas que están destinadas a conocerse llevan un hilo rojo atado a sus dedos. Este hilo los une para siempre, a pesar del tiempo y del espacio y por mucho que las circunstancias lo vayan enredando y desenredando.
Según esta creencia, este hilo rojo lleva con nosotros desde el nacimiento y nos acompaña siempre. ¿Te das cuenta de que, en cierta manera, tú y yo compartimos nuestro hilo rojo? Nos encontramos aquí, cada semana, tú a un lado y yo al otro…
¿Y sabes qué es lo que más me gusta de esta leyenda? Que el hilo rojo es eterno. Alguien puede irse…ya no estará físicamente….pero su hilo rojo sigue anudado a ti. Sólo has de sentirlo para recuperar su presencia.
Estoy pensando en anudarme un hilo rojo a uno de mis dedos para no perder de vista esta historia tan hermosa. ¿Lo hacemos?
En la tradición oriental, refieren esta leyenda al amor de pareja, pero a mí me gusta extenderla al AMOR con mayúsculas, a todas las clases de amor, que, al final, son una.
Éste es el cuento:
Había una bruja muy poderosa. Podía ver el hilo rojo del destino y el emperador la mandó traer a su presencia. Quería que le dijera qué mujer estaba al otro lado de su hilo rojo para casarse con ella.
La bruja empezó a buscar y llevó al emperador hasta un puesto en el mercado. Delante de una mujer muy pobre con una niña en brazos le dijo que ahí estaba el final de su hilo.
El emperador creyó que la bruja se burlaba y se enfureció. Tanto, que empujó a la campesina y su bebé contra el suelo y con el golpe, la pequeña se hizo una herida y empezó a sangrar. A la bruja la mandó matar.
Años después, llegó el día de la boda del emperador. Eligieron para su matrimonio a la hija de un famoso general.
Llegó al templo con un hermoso vestido y un velo que le cubría el rostro. Al levantárselo para conocer a su esposa, el emperador vio que tenía una peculiar cicatriz en la frente.
«Nunca podrás escapar de tu corazón, así que es mejor que escuches lo que tiene que decirte»
Paulo Coelho, «El alquimista»
Patri dice
Qe final más tierno para un día de lluvia.Las energías nos unen y a pesar de miles de kilómetros de distancia sentimos la presenci de cierta persona.Es Magia!!!!!
Palabras a la Vida dice
¡¡¡ Que no te quepa la menor duda de que la magia existe, Patricia !!! Además, ¿sabes qué? Somos magas y tenemos superpoderes !!! Para nosotras, no hay distancias que valgan 🙂 Un abrazo muy muy grande y sincero desde esta orilla ♥♥