Reflexiones y cuento para que no te agobien los balances y retos que acompañan a un nuevo año. No hay nada que cambiar. En esencia ya eres perfecto o perfecta.

 

¡Caminantes¡, ¿sentís vuestro el sendero?

A veces, hay demasiado ruido ahí fuera. El ruido hipnotiza y hasta los caminantes avezados se despistan, incluso algunos nos perdemos. Por eso es importante preguntarse «si siento mío el sendero».

¿Y sabes qué? Que para sentir esto, para experimentar ese alineamiento entre nosotros y el camino, no hacen falta balances ni retos. ¡Sí, has escuchado bien! No te mortifiques con balances del año que ha pasado ni con retos para el que ha empezado. ¿Para qué? No te hacen falta. Tú ya eres perfecta o perfecto como viniste a este mundo. El problema es que hemos olvidado cómo fuimos creados.

Es alucinante pero hemos olvidado algo tan maravilloso y relajante, algo que podría soltarnos los grilletes más oxidados: no hay que cambiar nada, no hace falta porque ya somos perfectos como fuimos creados. Insisto. Me encanta repetir esta idea porque me aporta ¡tanta plenitud! Ya basta de entender la vida como una lucha.

La identidad auténtica, como os decía, la hemos olvidado y abandonado. La mayoría nos hemos ido forjando otra. La hemos ido creando con nuestras experiencias, con lo que nos han enseñado, con lo que nos han dicho que somos, con lo que creíamos que teníamos que ser para gustar a otros y que nos quisieran…Siempre con un conocimiento que nos venía de afuera: una información que nos proporcionan nuestros sentidos. Ese vínculo sensorial es muy importante y muy valioso, para distintas cosas, pero no para conocer nuestra verdadera identidad: aquella en la que no hay nada que cambiar porque es perfecta.

 

En esencia, es perfecto quien tú eres

 

– Entra en tu interior -dijo la mujer chamán- y cierra la puerta.

– ¿Qué es cerrar la puerta? -quiso saber la joven que llevaba tatuadas unas alas en el cuello, justo bajo la nuca-

– Desconéctate de tus sentidos -explicó la chamán-. Pide a la vista, el olfato, el gusto, el tacto y el oído que guarden silencio. Díles que son muy valiosos pero que vas a cerrar la puerta unos minutos y luego se la volverás a abrir. Cuando cierres esa puerta, acepta que tu percepción empieza a ser otra. Busca dentro de ti la luz tenue y hermosa que siempre estuvo ahí. Sólo necesitas los ojos del corazón para hallarla.

La joven mantenía los ojos cerrados, pero había cierta agitación en sus párpados. A la mente no le suele gustar que le corten el suministro de información del exterior. Sabe que se tambalea su falso poder.

– Cuando sabes quién eres -la apaciguó la chamán-, dejas de tratar de cambiar. Lo que entonces haces es descubrirte y una vez descubres quién eres, dejas de sufrir. Más que añadir cosas a lo que eres, lo que has de hacer es quitar capas. Elimina lo que tú crees que eras: una profesión, una edad, un cuerpo, unas creencias. Cuando vas quitando esas capas lo que queda es, en realidad,  lo que tú eres.

La placidez había llegado al rostro y al corazón de la joven cuando la chamán pronunció sus últimas palabras:

– A esa identidad pura, inocente, completa,  nada le falta. Esto no quiere decir que tu comportamiento o tus emociones sean mejorables, pero, en esencia, quien tú eres, no es nadie que tenga que cambiar o mejorarse. ¡Conéctate a esa esencia!

 

Palabras a la Vida puede ayudarte a conectar con tu esencia

 

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