Para mí saben a infancia rayana con la adolescencia. Como si los veranos me regalasen una y otra vez la sorpresa, admiración y ganas de descubrir que se produce cuando estamos creciendo. Es como ir por la vida con los poros y los ojos igual de abiertos.
Entonces el verano se vuelve una bicicleta, con parrilla, que te empareja con un amor platónico, viaje a la ilusión, sobre dos ruedas.
Otras veces son gritos de juego en la noche, sin hora para acostarse. Entonces jugar al escondite es zafarse de lo demás abriendo las puertas de la oscuridad que sólo nos las cierra el miedo. Nada puede ser a la vez tan dulce y vertiginoso como una noche de verano. Pura libertad.
Cuéntame cómo te hace sentirte el verano. Yo lo pondré por escrito para que lo revivas cuando llegue el invierno.