No sé si alguna vez te ha pasado. La vida nos pone en situaciones, lugares, obstáculos o retos…ante los que, a veces, no queremos estar.
Estamos porque no tenemos otra alternativa. Porque el camino, sí o sí, nos ha llevado hasta ahí.
Y en lugar de confiar, y seguir su trazado, nos resistimos. ¿Te ha ocurrido?
¿Y qué pasa cuando nos resistimos? Pues en mi caso, que estoy en ese lugar o situación, queriéndome marchar, una y otra vez. Estoy con mi cuerpo, pero mi alma huye…Ya ves que esto es una fractura en toda regla.
Cuando nos resistimos, nos rompemos, nos desalineamos, nos des-centramos…Estar en nuestro centro es la única manera de vivir completas, enteras y auténticas.
¿Cómo volver a él? — te estarás preguntando —
No hay más camino que el de la aceptación.
Aceptar es asumir que lo que hay en nuestra vida en este momento es lo que toca e implica estar ahí «con todos los sentidos», vivirlo sin renegar, sin jugar a víctimas ni a verdugos.
Y lo más importante para mí: vivirlo desde la convicción de que estamos ahí para crecer. Confiar en que el camino nos ha conducido a esa situación para darnos la oportunidad de adquirir el aprendizaje que necesitamos para crecer, y así seguir evolucionando y mejorando como personas.
A veces, nuestro cuerpo físico tiene una edad y nuestro «cuerpo emocional», otra. Sé que determinadas situaciones me desbordan, me atemorizan, me bloquean…porque en ellas sigo siendo emocionalmente una niña de cinco años.
Pero también estoy aprendiendo que cuando acepto y estoy en lo que toca, con calma y con dulzura, crezco. Y así, poco a poco, mi «cuerpo emocional» va acercándose a la edad que le corresponde.
Es como con las muñecas rusas. El ejemplo lo pone la magnífica coach María Tolmo. Nuestro cuerpo físico es la muñeca exterior, la más grande; pero en determinadas situaciones, cuando nos sentimos desbordadas por todo, estamos actuando con el «cuerpo emocional» de la muñeca más pequeñita, la que está dentro de todas.
Por eso a mí me ayuda esta mirada que hoy te estoy contando. Me llena de fuerza e ilusión pensar que, cuando acepto, estoy creciendo y acercándome a la mujer que he decidido llegar a ser. ¡Estoy más cerca y tú también si te animas a verlo así!
¿Vamos con el «mantra» de la semana? Sale de lo que te acabo de contar:
Cuando acepto, estoy creciendo y me acerco a la gran mujer que he decidido ser.
¡Ah! Y no se te ocurra culpabilizarte por no tener recursos emocionales…Yo a veces lo he hecho y no sirve para nada. Si culpabilizándote quince minutos, lograras crecer emocionalmente, podría ser una solución.
Pero sabes de sobra que no va así. Con la culpa te empequeñeces aún más. Para esto hay otro «mantra» que me encanta 🙂
Hago lo que puedo y lo demás lo dejo en manos de Dios — puedes sustituir Dios por la Divinidad, el Universo, o la Vida -como te sientas más cómoda al decirlo- —