Los pensamientos, las palabras y las emociones cambian nuestro estado de ánimo y determinan lo que percibimos ahí fuera y cómo actuamos. No te pierdas de vista.
Hace unos días alguien me ha vuelto a nombrar a Masaru Emoto, un doctor japonés licenciado en Medicina alternativa. Estudiando las propiedades sanadoras del agua fotografió los cristales que forma al helarse.
Se dio cuenta de que el agua de los manantiales, y otros lugares limpios, puros y alejados de la actividad humana, formaba unos cristales muy muy hermosos al congelarse. Sin embargo, las muestras de las grandes ciudades daban como resultado unas estructuras cristalinas mucho más toscas y feas.
La sorpresa le llegó al doctor Emoto cuando logró transformar estos patrones — nada hermosos — en bellos cristales. ¿Cómo lo hizo? . Una de las formas fue con sonidos: a esos botecitos con agua contaminada les puso canciones tradicionales — del folklore–, música clásica y oraciones religiosas , y ocurrió el «milagro»: los cristales informes y sin ningún atractivo, se volvieron bellas estructuras geométricas.
Esa misma transformación la consiguió cuando en los botes puso palabras de agradecimiento y otras frases con buenos sentimientos y mensajes positivos. Sin embargo, cuando a una muestra de agua le aplicaba una frase desagradable, los cristales que formaba al congelarse también perdían su belleza.
Masaru Emoto ha querido demostrar que los pensamientos y las emociones pueden alterar la estructura molecular del agua. Se podrá o no cuestionar este experimento pero lo que yo tengo claro, porque lo vivo, es que creamos lo que creemos.
Lo que va apareciendo en nuestras vidas es un reflejo del universo que vamos construyendo en nuestro interior. Cuando te das cuenta, resulta duro pero, al mismo tiempo, te llena de poder. Se trata de cambiar la etiqueta al botecito, como en el agua.
Si no nos gusta lo que tenemos en la vida, hemos de cambiar lo que nos acompaña por dentro. Es el momento de revisar creencias, valores, sentimientos, pensamientos. Lo que percibimos y experimentamos es el reflejo de ellos. Hagamos como Masaru Emoto.
Si somos «un cristalito» poco hermoso, cambiémonos la música, pongámonos un mensaje de agradecimiento o una frase de amor, perdón, compasión, confianza. Sustituyamos nuestro universo interior por otro que nos permita proyectar fuera lo que andamos buscando. Claro que para renacer hay que morir. Morir a lo que queremos soltar de una vez por todas.
La primavera ha vuelto a dar un paso al frente. Aprovechemos este momento para renacer. Acompasarse con los ciclos naturales siempre vuelve las cosas más fáciles y más hermosas.
Y propongo un ejercicio para esta semana: cuida tu lenguaje, presta atención a las palabras que usas para hablar de ti y de tu vida. Las palabras reflejan lo que crees y ya sabes que creas lo que crees.
Empieza a hablar escuchándote. Las palabras que usas te hacen sentirte de una manera o de otra y le dan un significado a tu vida.
Habla centrándote en lo positivo, en lo que sí quieres y deja de lado para siempre los «no puedo, no soy capaz, es imposible» — cuando me observo, me sorprende la de veces que me castigo con estas palabras, ya me contarás cuál es tu experiencia —
También te propongo que cambies las obligaciones por deseos. Todos los «debo o tengo que», cámbialos por «quiero«. Aunque sea una obligación, constrúyela con «quiero». Cuando nos decimos «tengo que», el subconsciente interpreta que eso nos ocasiona dolor y él siempre rehúye del dolor. Lo que significa que cuando nos decimos «tengo que o debo», el resultado será que no lo haremos.
Préstate atención, prueba estas recetas y las que se te ocurran y ya me irás contando. Lo conseguiremos 🙂