QUE SEAS FELIZ
Nuestra manera de estar en el mundo cambió hace meses y lo hizo de un día para otro, sin avisar. Algunos sentimos que esa sacudida repentina nos ha dejado resquebrajados. Pero no podemos olvidar que a través de las grietas entra la luz.
Son tiempos en los que necesitamos iluminarnos y para hacer acopio de luz se vuelven imprescindibles las caricias en el alma. Por eso hoy comparto contigo esta práctica del psicólogo especialista en compasión Gonzalo Brito, que a mí me llena de paz.
Trae a tu mente a alguien que te vea tal y como eres, que te acepte y te cuide con total amor. Una persona ante la que no tengas que retocar nada de ti, ni siquiera esas partes que más te cuesta aceptar de ti misma. Puede ser alguien cercano o también un personaje que te inspire y al que te sea fácil imaginar deseándote bien y felicidad.
Permítete recibir su amabilidad y siente como si entrara en ti una energía que calma tus temores, suavizando la autocrítica y apaciguando tu mente.
Conecta con la intención amable de esa persona compasiva y deséate a ti misma tu propia felicidad. Para ello, puedes colocar una de tus manos sobre el pecho y susurrarte, en tu intimidad, estas intenciones para ti :
«Que sea feliz,
que pueda tener paz y alegría en mi vida,
que tenga salud y bienestar,
que pueda estar libre del sufrimiento y que pueda darme el amor y la ternura que necesito».
Siente cómo es decirte estas cosas.
Ahora que ya has activado las semillas del amor y la compasión en ti, puedes empezar a compartirlas.
Trae a tu mente a cualquier ser que nada más pensar en él te haga esbozar una sonrisa. Puede ser una persona o un animal. Y puedes imaginarte, si te apetece, un haz de luz que sale desde tu centro y llega hasta él mientras le dedicas las mismas frases que acabas de pronunciar para ti.
Envíale mentalmente estas aspiraciones:
«Que seas feliz,
que tengas paz y tranquilidad,
que goces de salud y bienestar,
que puedas estar libre del sufrimiento».
E imagina cómo esas frases le tocan y le llevan alivio, fortaleza, confianza, estabilidad, o cualquier otra cosa que necesite.
Ahora piensa en una persona neutra afectivamente, con la que no tengas una relación de cercanía ni de conflicto. Puede ser un vecino, un compañero de trabajo, alguien con quien coincides en el autobús cada mañana…
Considera que esa persona, lo mismo que tú, quiere ser feliz. Lo mismo que tú, tiene altos y bajos. Tal como tú, es importante para otra persona: es la madre de alguien, el mejor amigo de alguien, la pareja de otra persona…
Lo mismo que tú, tiene sueños e ilusiones y quiere contribuir y ser reconocida en sus aportaciones.
Desde el lugar emocional en que te sitúan estas consideraciones, dirige a esa persona tus frases y siente que le llegan y transforman: «Que seas feliz, que tengas paz y armonía, que puedas estar libre del sufrimiento».
Por último, elegimos a una persona que nos resulte difícil. Si estamos empezando con esta práctica es importante traer a alguien que no nos irrite demasiado. Puede ser alguien con quien no compartamos los mismos valores, con quien sintamos que estamos en competencia…
Una vez que la traigas a tu mente, mira si puedes reconocer el hecho de que lo mismo que nosotros, esa persona quiere ser feliz, e igual que nosotros, a veces, está confundido en cómo lograrlo.
También si te es posible, plantéate que, en muchas ocasiones, nuestras palabras desacertadas o nuestras acciones poco hábiles, son expresiones de nuestras propias necesidades insatisfechas, como falta de amor o falta de comprensión. De la misma manera, las palabras y acciones que nos desagradan de esa persona pueden ser igualmente expresiones de su sufrimiento.
Si esa personas tiene más paz dentro de sí, probablemente será menos irritante para otros, también para nosotros mismos.
Tampoco hemos de olvidar que nosotros podemos ser personas difíciles para otros.
Desde esta conciencia, intentamos ofrecer nuestras frases a esa persona difícil: «Que seas feliz, que tengas paz, que disminuya tu sufrimiento y que puedas dejar de nutrir las semillas del sufrimiento en tu vida».
Y nota como se siente tu cuerpo y tu mente por generar esta intención altruista a esa persona difícil.
Desde aquí, puedes ir ampliando estos círculos de amor y felicidad hacia todas las personas en cualquier lugar y respirar esta intención que te incluye, te abraza y se expande hacia todos los seres.
Esta práctica está extraída y transcrita de manera resumida de una meditación guiada del psicólogo Gonzalo Brito. Se llama «Meditación Metta» y la puedes encontrar junto a otras en su página web «Cultivar la mente».
Me encanto. Fui capaz de desear paz y alegria a quien conoci y a quien no me caia bien y me llene de paz y alegria. Gracias
Hola, Josefa.
Me alegra mucho lo que me cuentas. Es una práctica muy potente y a mí también me suelen sorprender los resultados. Me ayuda a recuperar la paz cuando la pierdo con algunas personas. Muchas gracias por compartir tu comentario. Un abrazo grande.