Bajo el arce plateado, la mujer chamán acompañaba con sus palabras a una joven con un moño en lo alto de la cabeza.
Ella las veía pero no las escuchaba. Se había sentado a cierta distancia, junto al caño de la fuente. Adoraba cerrar los ojos y dejarse llevar por el murmullo del agua. Se imaginaba que el líquido le entraba por la cabeza y en su fluir hacia los pies iba arrastrando lo estancado, limpiándola de todo lo que no le hacía bien. Creía firmemente en el poder purificador de aquella visualización.
Cuando se sintió llena de luz y abrió los párpados, frente a ella ya estaba la mujer chamán. La guía espiritual le sonrió con sus ojos rasgados chispeantes de entusiasmo y en un instante recibió toda su energía:
«Has nacido -le dijo- con el don de ser feliz y alcanzar un gran éxito. Te mereces la vida que deseas y tienes la capacidad de crearla».
Le emocionaron tanto aquellas palabras que para cuando se dió cuenta los espesos lagrimones se precipitaban sin freno por su rostro. La hermosura le sobrecogía.
La mujer chamán conocía su canción y cuando alguien te canta tu canción con tanta entrega, con tanto amor, con semejante generosidad, es irremediable el llanto.
Le vino a la cabeza una historia de mujeres africanas. Cuando una se queda embarazada, el resto la acompaña a la selva y entonan canciones hasta que sienten que una será la del bebé que vendrá a este mundo.
Se la cantan cuando nace, cuando crece….Cada vez que hay algo importante en su vida: cuando se casa, cuando va a morir..Y también cuando se equivoca y le arrastran las tinieblas. Es una manera de que al escuchar su música se reconecte con su verdadero ser, no se aparte de quien realmente es.
Es lo que hacía con ella la mujer chamán cada vez que se sentía perdida. No hacía falta que ella le contara nada. Una sanadora lo sabe todo.
La mujer chamán le cantaba su canción, y ella sentía belleza en lo feo, grandeza en lo pequeño, entusiasmo en la flaqueza. Con cada estribillo la iba guiando hacia el centro de su ser, hacia ese territorio de puro potencial donde todo es posible, en especial los milagros.
Por eso, cuando alguien nos canta nuestra canción, es imposible no conmoverse. En ese cántico se siente tanto amor que a veces hiere.
(La mujer chamán está inspirada en las enseñanzas de Mònica Fusté )