UN CUENTO SOBRE LA FORTALEZA INTERIOR
El aplomo de estar con lo que es difícil
La mujer chamana se había sentado junto al ciprés milenario. La atmósfera que la envolvía tenía los tonos dorados propios de un atardecer de otoño. Entre sus manos sostenía un canto rodado y en su superficie pulida pintaba una preciosa mariposa, lila, rosácea y morada.
Por el camino, se acercaba una mujer cabizbaja y con los hombros caídos hacia adelante. La chamana supo leer en la distancia lo que el alma de aquella mujer expresaba en su postura corporal.
Cuando la tuvo delante dejó de pintar. Entonces, la mujer visitante comenzó a hablar:
— Me siento frágil y vulnerable –dijo– y busco conectar con mi fortaleza interior.
— Lo que buscas –respondió la chamana– no es nada ajeno a ti. Fíjate, si no, en la firmeza y estabilidad de tu columna vertebral. Lo que buscas no lo tienes que crear, ya está en ti.
La mujer visitante sonrió levemente, como aliviada.
— La fuerza interior –continuó la chamana– tiene que ver con nuestra capacidad de estar presentes y enteras con lo que es difícil. También implica la práctica de la asertividad.
La chamana se dio cuenta de que la mujer visitante no acababa de entender su última explicación e intentó aclararla.
— Me refiero a poner límites protectores de ti misma y de otros. Porque la fortaleza interior es también la fuerza de oponerse a aquello que hace daño.
El viento de otoño les acariciaba la piel. La chamana volvió a coger por un momento el canto rodado, para seguir pintando las alas de la mariposa con que estaba decorando la piedra. Matizó con el pincel uno de los tonos y volvió a la charla.
— Imagínate cómo sería tener esta fortaleza interior plenamente desarrollada en ti. Imagínate estando ahí, con lo que es difícil, respirando, estable.
La chamana cerró los ojos al tiempo que tomaba una respiración profunda. Después de unos segundos de silencio prosiguió:
— Cómo sería hablar a otros y a ti misma con esta firmeza, que no es violencia ni rigidez. Es un sentido de aplomo. Estar aplomada.
La chamana observó que, para entonces, ya había cambiado el gesto corporal de la mujer visitante. Transmitía una mayor apertura. Había recolocado sus hombros hacia atrás y había elevado ligeramente la cabeza. Por eso, la chamana añadió:
— Si tuvieras esta fortaleza interior plenamente desarrollada, imagínate cómo se reflejaría esto en tu cuerpo, en tu mente, en tu habla, en tus decisiones…
La mujer visitante se sentía cada vez más en calma. La chamana, que todo lo intuía, creyó que era un buen momento para seguir profundizando.
— La fortaleza interior –dijo– es una de las cualidades de tu yo compasivo. La compasión es el deseo profundo de aliviar el sufrimiento en ti misma y en los demás. Otra de sus cualidades es la sabiduría del no juicio.
— ¿Cúal es esa sabiduría? –quiso saber la mujer visitante.
— Se refiere a poder comprender que tanto tú como los demás seres, están lidiando con mucha dificultad en todo momento. Comprender que todas las personas, incluida tú misma, están haciendo lo mejor que pueden con lo que comprenden y con lo que tienen, momento a momento.
— Es liberador –dijo la mujer visitante.
— Sí –respondió la mujer chamana–, es soltar completamente el deseo de juzgar o condenar a los demás o a ti misma. Imagínate cómo te hablarías en tu mente, sobre todo, cuando no cumples tus expectativas. Imagínate también cómo hablarías a los demás si tuvieras esta sabiduría.
Los últimos rayos de sol habían secado la pintura de la mariposa sobre el guijarro. La mujer chamana lo envolvió en un papel de seda y se lo entregó como regalo a la mujer visitante. Esta lo acercó a su pecho para sentir la calidez de los latidos de su corazón y emprendió su camino de regreso.
(Este relato está basado en una meditación del psicólogo Gonzalo Brito Pons)
Precioso relato, Garbi. Dan ganas de quedarse en ese espacio otoñal y mágico que has creado con tu mujer chamana. Nos hace falta paz y serenidad para transitar estos tiempos. Gracias por aportar tu luz en palabras.
Mi querida Mamen, muchas gracias por tus palabras y por tu aprecio. Me alegra mucho que te haya gustado el relato.Tengo ganas de leer tu librito. Sé que habrás trasladado a él toda tu belleza y sensibilidad. Enhorabuena por haberlo alumbrado. Te deseo todo lo mejor. Un fuerte abrazo.
Querida Garbi.
Nacemos con la fortaleza incluida y poco a poco la vida nos va haciendo fuertes a medida que caminamos por ella. Ahora más que nunca tenemos que poner en práctica todo lo aprendido para poder hacer frente a situaciones muy complicadas.
A veces no sabemos lo fuertes que somos hasta que no se presenta la ocasión , y entonces nos damos cuenta de nuestra fuerza escondida, que hace que nos habituemos a cualquier situación.
Ah!… las lágrimas no están reñidas con la fortaleza.
Y seguir cuidándonos con mucho amor tampoco.
Abrazo fuerte.
Isabel.
Mi querida Isabel, siempre tan hermosas tus reflexiones!!
Muchas gracias por compartirlas y por hacernos llegar tu sensibilidad. Me gusta cuando dices que la vida nos va haciendo fuertes a medida que caminamos por ella. Es cierto, es un magnífico campo de ensayo para la fuerza y para todo. Y me encanta cuando mencionas que el cuidar con amor,a uno mismo y a los demás, nos hace fuertes. ¡Claro que sí! Es la fortaleza que nace de la calidez del corazón. Muchas gracias por recordárnoslo. Un fuerte abrazo.
Hola estoy de acuerdo nuestra fortaleza reside en nuestro interior, por eso, primero tenemos que aprender a manipular nuestras emociones y a querernos, y luego podremos aprender a querer a los demás. Siempre evitando a las personas que nos puedan hacer daño «personas tóxicas». Gracias por compartir, me ayuda mucho.
Muchas gracias, María, por tus palabras.Creo que trabajar la fortaleza interior nos hace fuertes y compasivos. Pienso que no es sencillo porque nadie tiene esta cualidad al cien por cien, pero inclinarnos hacia ella es ya un primer paso que ayuda mucho.¡Vamos a por ello! Un abrazo.
Hola Garbi, este hermoso relato que acabo de leer, es para mis oídos un mágico poema musical. Lleno de amor, ternura, comprensión y compasión. Acabas de llenar de alegría un mal día. Muchas gracias.
Hola, Marysa:
Me hace mucha ilusión que las palabras de este relato te hayan llevado alegría cuando lo has necesitado. Que me cuentes esto, para mí es un regalo y contribuye a dar un sentido a este proyecto de Palabras a la Vida. Muchas gracias por expresarlo. Agradezco también el aprecio que me transmites. Un abrazo grande.